Desde pequeña, Yuliia Safonova estuvo ligada a la música en su Ucrania natal. Hoy a la distancia, aunque con un ojo permanentemente puesto en la situación política de su país, canta en el prestigioso Gran Teatre del Liceu de Barcelona y recuerda su camino en el competitivo y exigente mundo de la ópera.
Hay personas que destacan por su carisma. Hay otras que su talento las hace brillar, y también existen aquellas que no se rinden ante las adversidades y esquivan los caminos sinuosos con valentía. Yuliia Safonova posee todas estas virtudes. Desde pequeña, su inquietud por la música le hizo volcar su deseo sobre las teclas de un piano familiar, hoy, con poco más de treinta años y un camino recorrido de superación y competencia en el mundo de la música, disfruta pisar los impresionantes escenarios y vestir los casi mágicos vestuarios que la ópera ofrece, mientras hipnotiza al público con su registro mezzosoprano.
Gran Teatre del Liceu de Barcelona
El Teatro del Liceu es uno de los más antiguos y prestigiosos de Barcelona. Fundado en 1847, por su escenario han pasado voces más que reconocidas en el mundo de la ópera como Angela Denoke, Joyce DiDonato, Diana Damrau, Iréne Theorin, Sondra Radvanovsky, o el tenor Jonas Kaufmann, entre muchos otros. Aunque se destaca sobre todo la participación de Montserrat Caballé, con una presencia en el Liceu de más de treinta años y con una medalla de oro entregada por el mismo teatro por su trayectoria e implicancia.
Es que Caballé se puso al hombro el llamado a la acción de la ciudadanía para la reconstrucción del teatro tras el trágico incendio que sufrió en 1994. Por su parte, Yuliia Safonova logró ingresar al Liceu tras un proceso arduo pero del que hoy puede sentir orgullo. Antes de vivir en Barcelona, pasó varios años en Valencia, donde aprendió el idioma, afrontó el cambio cultural y vivió experiencias que la hicieron crecer como persona y como artista.
Con referentes como la soprano estadounidense de origen cubano Lisette Oropesa o la soprano del mismo país Nadine Sierra, ha cantado en lugares tan míticos como el Teatro de La Scala en Milán, donde audicionó con tan solo diecinueve años para participar en una producción de la Flauta Mágica de Mozart, o en el Teatro de la Ópera de Roma.
Primeros pasos y llegada a España
Yuliia nació en Kharkiv, segunda ciudad más grande de Ucrania luego de Kiev, su capital. En Kharkiv vive su familia junto a casi un millón y medio de habitantes y allí pasó su niñez y parte de adolescencia, ya que luego de terminar la escuela se mudó a la capital para estudiar en la Academia Nacional de Música de Ucrania, de gran reconocimiento internacional. “En aquel momento no pensaba que fuera a entrar en una academia tan prestigiosa porque todos en el país quieren estudiar allí”, recuerda.
Su idea principal tras terminar sus estudios era ir a Milán, junto con París, Viena y New York, una de las ciudades más importantes para la ópera. “Hablo italiano por una pareja de amigos de mi familia que son como mis padres, por lo que me era más fácil ir a Italia”, remarca a la vez que agrega: “pero una compañera de universidad me dijo que estaba ese concurso en Italia y otra audición en España, en la ciudad de Valencia y era algo especial porque te pagaban con una beca como si fuera un salario, entonces quise probar”.
Dificultades
Tras una serie de dificultades para conseguir los papeles necesarios de ingreso a España, Yuliia logró reunir lo necesario para presentarse junto a otros 165 postulantes en el Teatre Les Arts de Valencia, por lo que con poco más de veinte años de edad encaró su primera experiencia profesional fuera de Ucrania. “Había gente de todo el mundo, personas realmente muy talentosas. Por suerte canté bastante bien, aunque tenía que dormir en un banco en el teatro para descansar, para bajar la adrenalina, ya que había que esperar muchas horas para que te toque subir al escenario”, detalla sobre la audición.
«En competiciones internacionales siempre comparo la preparación de un cantante de ópera con un atleta o deportista olímpico, no puedes equivocarte”
De las 165 personas que participaron de la audición para formar parte del elenco del teatro solo elegían a 15, algo que Yuliia logró y festejó en un taxi en Kiev: “Volví a Ucrania tras la audición contenta con mi rendimiento pero pensando que elegirían a otras personas, entonces abrí el correo electrónico en el taxi y me decían que había sido seleccionada. Pobre taxista… hoy debe tener problemas de audición del grito de alegría que di”, bromea y agrega riendo: “luego le dejé mucha propina”.
Adaptación
En Valencia, la adaptación no fue especialmente fácil. “Me costó muchísimo el idioma porque el director principal del teatro en aquel momento era un italiano entonces hablaba italiano con él, además yo era más joven, estaba más verde y necesitaba más formación de técnica de canto”, dice. Sobre su experiencia profesional dentro del teatro recuerda que “el director me decía que estaba bien pero que algunos conciertos me habían salido regular. Quizás no estaba segura en el escenario, las notas no estaban tan bien proyectadas, no sé… Entonces me dijo que me daba dos meses de prueba, y que si no los superaba, no podría continuar”. Este recuerdo llega a su mente hoy con una sonrisa, pero al revivir ese momento afirma que fue de mucha presión para ella.
Diferencias culturales
Cada persona tiene su porqué en cuanto a la migración. Para Yuliia, poder salir de Ucrania siendo joven era una oportunidad para cambiar de entorno, estudiar un nuevo idioma, conocer otra mentalidad, lo que seguramente haría que cambiase su forma de ser y ver las cosas de manera diferente. Y así fue, aunque sí sintió el choque cultural en sus primeros días en Valencia, donde la cercanía de la gente y el trato más cercano hicieron ruido en su forma de socializar. “Las personas aquí son más cariñosas, más sonrientes. También eso tiene su otro lado porque a veces la gente te puede sonreír y… te está engañando. Entonces pensaba ‘¿cómo he podido engañarme tanto?’. Eso me frustró un poco en los primeros años”, dice casualmente con una sonrisa.
La exigencia que el más alto estándar requiere, hace que la presión esté presente todo el tiempo en el aire. Audiciones sin fallas, actitud positiva en situaciones adversas y aprendizaje de papeles en otros idiomas en cuatro días no parecen tareas fáciles de abordar, sobre todo en un ambiente competitivo y estando fuera de casa, con otra cultura en sus espaldas y una juventud convertida en adultez a fuerza de coraje y autoexigencia.
Plácido Domingo y conciertos de gala en el balcón durante el COVID
Yuliia comenzó a cantar en el Teatre de Les Arts y, aunque no hablaba castellano, hacía esfuerzos para sumarlo a la lista de lenguas que domina, junto al ucraniano, ruso, italiano, inglés y, desde hace poco tiempo, Alemán. El centro de perfeccionamiento del teatro está a cargo de Plácido Domingo, considerado uno de los artistas más influyentes en la historia de la ópera, con quien tiene una anécdota particular.
Su primer choque cultural fue inesperado. Una compañera le había comentado que el mismísimo Plácido Domingo a veces entraba al bar del teatro a tomar un café, algo que generó curiosidad en Yuliia pero que muy rápidamente borró de su mente al considerar que sería imposible conocerlo en persona.
“Estábamos en la cantina del teatro con una compañera, no había nadie más, entonces entra Plácido Domingo y se acerca hacia nosotras y me dice que se acordaba de mí, que era la chica que había cantado L’italiana in Algeri de Rossini. No lo podía creer”, confiesa. Luego, ellas se movieron para no agobiar al maestro pero este se acercó con croissants y café y preguntó si podía sentarse en la mesa. “Luego de que le dije que era ucraniana, él me contó que tenía una muy amiga suya que era Lyudmila Monastirska, que es una persona muy top, muy conocida, fue increible”, agrega.
Pandemia en Valencia
Cada persona tiene su historia de la pandemia de COVID. Algunos recuerdan ese momento con dolor o tristeza, otros aprovecharon el momento para cambiar de vida o explorar nuevos caminos. El confinamiento encontró a Yuliia en un quinto piso del carrer Ciutat de Mula en el barrio de Mestalla, Valencia. Allí convivía con la concertista de piano colombiana Daniela Ocampo, y ambas coincidieron en que necesitaban hacer algo, que podían ofrecer a los vecinos del mismo edificio o al de enfrente un concierto. Entonces se vistieron para la ocasión y salieron al balcón, Daniela con el teclado y Yuliia con su voz, y brindaron un concierto sorpresa.
Poco a poco los curiosos fueron asomándose por los balcones y ventanas y con aplausos, agradecieron el espectáculo. Los conciertos se volvieron recurrentes y el público comenzó a prepararse para la ocasión. De esta manera, los hombres desempolvaban los smoking y se sentaban en los balcones, y las mujeres descolgaban sus vestidos del placard y esperaban el momento de inicio del concierto. La televisión valenciana se hizo eco del espectáculo y llevó un equipo de filmación para entrevistar a las artistas, en lo que Yuliia recuerda como una anécdota divertida y feliz dentro de un contexto triste como fue el confinamiento.
Barcelona y Ucrania en guerra a la distancia
Su salto a Barcelona se dio en un momento de fuertes cambios a nivel personal y contextual. Luego del COVID, sintió la necesidad de moverse y tras un intento en la ciudad belga de Antwerp, la cual no le agradó sobre todo por su clima, llegó a Barcelona con la guerra como telón negro de fondo y la pandemia en sus últimas etapas. Allí concursó para ingresar en su actual trabajo en el Gran Teatre del Liceu, donde forma parte del elenco estable junto a “talentosísimos compañeros”.
Kharkiv, su ciudad natal, se encuentra a escasos cuarenta kilómetros de la frontera con Rusia, lo que hace que desde el inicio de la guerra en febrero de 2022 caigan bombas sobre sus edificios. “Los primeros meses de la guerra la pasé fatal, apenas podía dormir”, confiesa. Debe ser especialmente duro ver caer proyectiles donde de niña jugabas con amigos del barrio, ver fuego y miedo en el camino que hacías para ir a la escuela, comparar recuerdos coloridos de infancia con un paisaje gris de dolor y muerte.
La solidaridad con sus pares, hizo que pudiera ayudar a personas en situaciones extremas que escapaban de los horrores de la guerra sin nada más que una mochila y un dolor inmenso por abandonar su propia tierra. “Había muchos refugiados también aquí en España. Yo sabía que no podía ir allí, es muy peligroso. Por suerte, con mi trabajo y con información pude ayudar a quienes estaban aquí o en Ucrania. A veces enviaba dinero o contactaba con gente para acogidas. Dentro de mi familia, ayudé a mi prima a mudarse con tres hijos. Ahora viven en España”, detalla.
Yuliia Safonova en el futuro
Los proyectos a futuro son aquello que nos hace caminar hacia adelante, por lo que muchas veces nos movilizamos y nos levantamos cada mañana. Para Yuliia, los próximos años los encontrará pensando y desarrollando alguna forma de organización que vele por los derechos de los artistas, sobre todo en la igualdad de condiciones entre hombres y mujeres. “Hay muchos casos que para participar de audiciones solistas aceptan hombres hasta los 34 años, y mujeres hasta los 32. No lo entiendo. Por suerte ahora veo que está cambiando un poco, están lentamente igualando, pero todavía hay muchos, yo diría que un 70%, que sigue siendo así”, cuenta a la vez que afirma que buscará audicionar directamente para los papeles, algo que suele ser más complicado para aquellas con menos experiencia.
Además adelanta que hará una audición en Santander, España, para un papel de Carmen, de Georges Bizet, algo que considera un desafío grande ya que la protagonista está siempre en el escenario y no puede fallar. “Ellos hacen como tres óperas. Voy a intentar audicionar para dos. Si me eligen para una, sería genial”, dice con ilusión. Como expresión de deseo, y como un desafío aún mayor sostiene que “también quiero hacer un concurso muy importante, Operalia, que es un concurso de Plácido Domingo”.
Yuliia Safonova dice con su muy buen español que a nivel artístico está muy satisfecha, que tiene una vida bastante llena, pero que siempre se exige más. Desliza que uno debe ser el protagonista de su propia vida y debe conducirse con las herramientas que posee y con sus propias limitaciones al mejor destino posible, pero que siempre, siempre, debe respetar la regla número uno: ser buena persona.