El “tata” para los amigos vive en Alemania desde 2018, donde se desempeña como entrenador de vóley en el club TSV Mühldorf. Allí día a día trabaja para formar a jóvenes del club y crear una base sólida desde donde crecer.
Alejandro Kolevich estaba destinado a una vida junto al deporte. Con padre y madre profesores de educación física, la disciplina, el entrenamiento y la constancia siempre estuvieron presentes en su día a día y lo impulsaron a desarrollar una carrera profesional sin fisuras.
Desde su casa en Mühldorf, Baviera, el tata para los amigos nos cuenta su historia, que en la actualidad lo encuentra manejando los hilos del TSV Mühldorf, club de segunda división del vóley alemán en su primer equipo.
Sus inicios en La Plata
La pasión de Alejandro por el vóley fue madurando poco a poco, como un vino que espera el momento oportuno para ser descorchado. Luego de disfrutar de una niñez junto al fútbol en Banco Provincia y el rugby en La Plata Rugby Club, puso un pie en el rectángulo de 18×9 y nunca más lo sacó. Es que el campo de vóley fue para él el inicio de lo que muchos llaman pasión y el comienzo de una etapa que continúa hasta el día de hoy.
Luego de comenzar armando jugadas en Banco Provincia y desarrollarse en el Club Universitario de La Plata, la competición hizo que se tomara más en serio el deporte. “En ese momento tenía 15 o 16 años y me motivaba mucho de la competencia, además me empezaba a destacar un poco y me llamó mucho la atención por lo que me metí de lleno en el vóley”, recuerda.
En ese entonces, decidió cambiarse de colegio para estar más cerca del club y poder compaginar bien los tiempos para desarrollarse en el deporte que comenzaba a amar y no perder rodaje en los estudios.
Su Estudiantes querido
Quienes conocen la ciudad de La Plata en Argentina saben de la importancia del club Estudiantes. Alejandro llegó allí para comenzar su carrera en el vóley tras varios años en la “U”, tiempo que recuerda con mucho cariño y agradecimiento.
Siguiendo los pasos de su entrenador en Universitario, Sebastián Grianta, llegó a Estudiantes como jugador, club del que siempre fue hincha en la ciudad. “Él fue quien me formó y tenía un proyecto interesante para desarrollar el vóley en Estudiantes. Ascendimos a la división de honor, que es la mejor liga de Buenos Aires, y luego jugamos dos ligas nacionales”, cuenta, y agrega: “pudimos crecer bastante porque ascendimos en Buenos Aires y luego jugamos a nivel nacional.
“Hoy en día el club sigue allí, está mejor gracias a aquellos que empezamos. Muchos de mis ex compañeros hoy están como entrenadores”.
La universidad, un marco teórico fundamental
Lejos de dejar de formarse, Alejandro terminó sus estudios en Educación Física en la Universidad Nacional de La Plata, carrera que le sirvió para incorporar las bases del conocimiento científico del movimiento humano. Esta formación la incorporó a sus conocimientos del deporte y así fortaleció su perfil deportivo.
“Un tiempo antes había comenzado a colaborar con entrenadores en categorías más bajas y descubrí una faceta en el manejo de grupos y liderazgo que me interesaba”.
El tiempo fue marcándole el camino a seguir. A la par que jugaba competiciones oficiales, comenzó a tomar protagonismo como entrenador en inferiores y logró despertar su espíritu multifacético y de liderazgo.
El club Ciudad y la selección argentina femenina de vóley
“Después de dos años y medio en Estudiantes, me salió la posibilidad de ir a Ciudad de Buenos Aires, que es el club más grande de Argentina a nivel de vóley. También en la función de jugador y entrenador de inferiores”, recuerda desde su casa a 70 kilómetros de Múnich.
“Un mes antes de recibirme en la Universidad había empezado a jugar en el Ciudad de Buenos Aires y me había salido un contrato por un año que luego me renovaron. Allí también entrenaba a las inferiores. Siempre hice las dos cosas”, detalla.
Fue en este momento que Alejandro se radicó en Buenos Aires. El proyecto fue creciendo mucho, desde la segunda división a nivel nacional a la primera y hoy es considerado uno de los mejores clubes de vóley del país, campeón de la Liga Nacional Argentina.
“Fue lindo estar desde el inicio del proyecto como jugador y como entrenador».
Yo jugué ahí cuatro años, trabajé cuatro años como técnico, hasta que en un momento el entrenador, Hernán Ferraro, que fue un jugador muy conocido, me preguntó qué quería hacer, si me veía jugando o dirigiendo”, dice.
El tata recuerda que Ferraro lo veía muy bien de entrenador, así que tras meditarlo mucho, apuró su retiro como jugador para dedicarse a dirigir. “Luego apareció la posibilidad de ayudarlo con la selección argentina femenina en la competencia. Allí trabajé un año entero con las Panteras en el seleccionado, lo que fue una gran experiencia, hasta que en agosto de 2018 dejé Buenos Aires y me vine a Alemania”, cuenta.
Haciendo escuela en Alemania
La psicología de la migración siempre lo dice: si cambiar de país es de por sí un desafío, mudarse a un lugar con otro idioma es aún más complicado. Con un buen nivel de inglés, Alejandro llegó al estado de Badén Württemberg, en Alsacia, un lugar que lo impresionó por la belleza de sus paisajes y la tranquilidad del entorno. Allí pasó los primeros tres años por recomendación de otro entrenador argentino que había estado previamente.
“El primer año vine con una visa laboral y me hice cargo de las inferiores. Trabajé con el equipo profesional como asistente y como preparador físico. Durante el último año fui yo el entrenador principal de la Bundesliga”, detalla al recordar su llegada a Alemania. A pesar de que con el inglés podía desarrollar sus tareas, comenzó a estudiar alemán, como agradecimiento a quienes lo recibieron y para entenderse mejor con la gente.
“Hablar el idioma me parecía importante para el día a día, las pequeñas cosas y también como una señal de respeto”.
Con una cultura inculcada de fortalecimiento de las divisiones infantiles y de acompañamiento desde la más temprana juventud, el tata encontró que podía trasponer esa idea enraizada en su formación, en su nuevo destino. Así pasó tres años formando jóvenes y dirigiendo, implicado en todo lo que tenía que ver con el club, hasta que decidió aprovechar una oportunidad en Qatar.
El paso allí fue fugaz, aunque como todas las experiencias, lo enriqueció y retornó a Argentina tras varios años fuera para trabajar en el club Entre Ríos Paracao. Pero una nueva oportunidad se presentó y retornó a Alemania, para dirigir el Netzhoopers Könings, club que lo acogió por un año en la temporada 23/24.
Las diferencias con Argentina
Comparar el voley argentino con el alemán resulta una tarea compleja, ya que entran en juego diversos parámetros como el nivel de inversión, la formación juvenil, la trayectoria propia de cada país con el deporte, etc. Para Alejandro no hay mejores o peores, simplemente hay diferencias.
“Argentina tiene un modelo definido de jugar y los clubes y entrenadores son muy buenos, Alemania creo que está en una etapa de desarrollo, creo que falta hacer un poco de escuela”, cuenta. Es por ello que sus intenciones están puestas en desarrollar el juego desde la más temprana juventud, acompañando el proceso de cada jugador en particular.
El modelo empresarial de clubes en Alemania hace que haya un puñado de instituciones muy buenas, con mucha profesionalidad, y que exista una brecha importante con el resto de clubes que están en vías de profesionalización.
“Los top 6 juegan en Europa, en la Champions League, y en eso hay una diferencia muy grande con Argentina porque el nivel de inversión, el nivel de los jugadores es importante. Luego en lo que serían los niveles de clubes, en Argentina no hay nada que envidiar, hay muy buenos jugadores y entrenadores”, sostiene.
“El vóley es un deporte extremadamente técnico y de mucha precisión, y en ese punto, en la técnica, sí que hay diferencias. No quiero decir que uno es mejor o peor, pero Argentina tiene un modelo definido de jugar y los clubes y entrenadores son muy buenos y hay una forma de entender el juego y la enseñanza, eso quizás falta en Alemania”, agrega.
El tata del futuro
Todos tenemos una visión sobre nuestro futuro, al menos un deseo sobre el que proyectar nuestro trabajo. A veces esa escena se vislumbra borrosa, difusa, otras veces se presenta con una claridad inmensa. Al hablar del futuro Alejandro es cauto. Tiene los pies sobre la tierra y está tan enfocado en el presente, entrenando todos los días a varias categorías y ordenando el trabajo de los diferentes entrenadores, que su energía está puesta en desarrollar día a día el club.
“Algo que quiero seguir haciendo es aprender idiomas. Me gusta mucho y me abrió muchas puertas, estudiando el idioma del lugar se puede entender mejor cómo piensa la gente, y sufrir menos lo que se llama shock cultural”, cuenta con un tono reflexivo a la vez que afirma que su objetivo es seguir aprendiendo y disfrutando de sus momentos libres para desconectar.
Sobre el futuro a mediano plazo, Alejandro puede ver su deseo viajar hacia lo que llama hacer escuela, que el club que hoy lo tiene como una pieza importante pueda tener desarrollo a nivel nacional. “Luego, a dónde llegaré con el equipo y qué pasará con el proyecto realmente no lo sé”, confiesa.
La actualidad lo encuentra motivado, con un proyecto interesante para desarrollar el voley del club TSV Mühldorf desde sus cimientos. Allí intenta trasmitir su forma de ver el deporte y a la vez dar herramientas para mejorar táctica y técnicamente desde la más temprana edad, fomentando el acompañamiento y el compañerismo, valores que Alejandro lleva como bandera.
El tata continúa su camino con la fortaleza que lo caracteriza y con la idea fija de hacer escuela y de poder transmitir todo aquello que los años le fueron enseñando dentro y fuera de la cancha.