Por: Verónica Jaramillo – (Dra. en Ciencias Sociales, magíster en Derechos Humanos, abogada. Investigadora del CONICET, docente de la Universidad de Lanús.)
Desde el mismo momento que asumió su cargo, el presidente estadounidense Donald Trump ha encendido una vez más una tormenta de controversias globales con una serie rápida y decisiva de órdenes ejecutivas dirigidas a la inmigración y declarando “la emergencia nacional” en la frontera con México.
Siguiendo con la retórica y las políticas que definieron su administración anterior, estos movimientos iniciales señalan una clara escalada en su compromiso de reducir drásticamente la inmigración, dejando incontables vidas en el limbo y provocando una condena generalizada de organizaciones de derechos humanos, organismos internacionales y grupos de defensa de derechos en todo el mundo.
Desde la frontera sur de los Estados Unidos hasta la traicionera selva del Darién y más allá, las repercusiones de la renovada agenda migratoria de Trump se están sintiendo con consecuencias inmediatas y, a menudo, devastadoras.
Nuevas medidas en la política migratoria
El primer avance en este nuevo capítulo de la política de inmigración de Trump se centra en reforzar y ampliar las medidas restrictivas implementadas durante su primer mandato. Si bien los detalles están aún surgiendo, las primeras indicaciones apuntan a un resurgimiento de la política de «tolerancia cero» que condujo a la separación de miles de familias en la frontera. Esta política, caracterizada por el procesamiento penal de todos los adultos aprehendidos cruzando la frontera ilegalmente, independientemente de si buscan asilo, tuvo un impacto profundo y traumático tanto en las infancias como en sus familias, generando intensas críticas internacionales, con un recuerdo macabro de niñeces enjauladas.
Su posible reintroducción señala una voluntad de infligir un mayor sufrimiento humano en nombre de la “seguridad fronteriza” o “la seguridad nacional”, bienes jurídicos abstractos, que, paradójicamente, resultan más importantes que las vidas humanas.
Además, la administración Trump ha señalado su intención de limitar aún más las solicitudes de asilo. Con la reincorporación del programa “Quédate en México” que había llevado adelante en su primera administración y que obligaba a los solicitantes de asilo a esperar en México mientras se procesaban sus casos en los tribunales estadounidenses. Este programa era claramente violatorio del derecho de asilo y del principio de no devolución (non refoulement). Esta vez se esperan nuevas órdenes ejecutivas con mayores requisitos para quienes huyen de persecuciones y violencia y busquen refugio en los Estados Unidos.
Se ampliarán también las categorías de personas consideradas inelegibles para el asilo y se aumentará la dependencia de acuerdos con otros países para procesar a los solicitantes de asilo, incluso si esos países carecen de la capacidad o el marco legal para protegerlos adecuadamente, ampliando su política de externalización de frontera.
Falta de humanidad y vuelos de deportación
Las dramáticas consecuencias de estas políticas ya se están desarrollando, como lo ilustra claramente la situación en Panamá, detallada en un reciente informe del New York Times. Miles de migrantes, muchos de los cuales ya habían soportado peligrosos viajes por América del Sur, ahora están varados en Panamá, sus esperanzas de llegar a los Estados Unidos están abruptamente frustradas. El artículo pinta un panorama sombrío de familias que se quedan sin recursos, enfrentan condiciones de vida terribles y están atrapadas por la incertidumbre sobre su futuro.
El endurecimiento de la frontera estadounidense, junto con el aumento de los esfuerzos de control en los países de tránsito, ha creado efectivamente un cuello de botella, dejando a personas vulnerables atrapadas en circunstancias precarias con acceso limitado a necesidades básicas y ayuda humanitaria.
Este endurecimiento de las políticas se ha manifestado también en la organización de vuelos de deportación a países centroamericanos. En una medida que ha generado especial atención, Estados Unidos ha estado enviando vuelos a El Salvador, Costa Rica y Panamá que transportan a migrantes de diversas nacionalidades que no son ciudadanos de esos países. Se ha reportado un acuerdo con Panamá para recibir a no panameños deportados desde EE.UU., evidenciándose vuelos con personas de origen asiático como afganos y chinos.
De manera similar, Costa Rica ha recibido vuelos con migrantes de Uzbekistán, China, Afganistán y Rusia quienes presentan evidentes riesgos si son retornados a su país de origen dadas sus elecciones sexo-genéricas o religiosas. Incluso se han registrado deportaciones de ciudadanos venezolanos a El Salvador. Esta práctica ha suscitado fuertes críticas por parte de organizaciones de derechos humanos, que cuestionan la legalidad y la ética de transferir personas vulnerables a países con los que pueden no tener ninguna conexión y donde su seguridad y derechos podrían no estar garantizados.
El odio al inmigrante fomentado desde las más altas esferas de poder
La «espectacularización del odio antimigrante» como escriben en el Dossier Textos Urgentes de In-movilidades de la Revista Común, juega un papel crucial en la creación de un clima donde tales medidas no solo se implementan sino que a menudo también reciben la aprobación de un segmento de la población. Esta «espectacularización» implica la amplificación del miedo y la desinformación sobre los inmigrantes, presentándolos como una amenaza para la seguridad nacional, la estabilidad económica y la identidad cultural.
A través de mítines, publicaciones en redes sociales y declaraciones oficiales, la administración Trump cultiva activamente una narrativa que deshumaniza a los migrantes y justifica políticas cada vez más duras e inhumanas.
Las personas migrantes son el actual chivo expiatorio que construye una crisis con el fin de consolidar el poder político y desviar la atención de otros problemas apremiantes nacionales e internacionales. Al centrarse en la supuesta «invasión» en la frontera, Trump desvía el foco de los verdaderos problemas de la sociedad estadounidense que está al borde de entrar en una guerra económica de aranceles, al mismo tiempo que propone una carrera armamentista contra la Unión Europea. El uso de imágenes de cruces fronterizos abarrotados, a menudo presentadas selectivamente y despojadas de contexto, le sirve para alimentar la ansiedad y reforzar la narrativa de una afluencia descontrolada de individuos peligrosos. Esta manipulación deliberada de la percepción pública es un elemento clave de la estrategia de la administración.

Las respuestas
Las reacciones a la renovada ofensiva de Trump contra la inmigración han sido rápidas y generalizadas. Organizaciones de derechos humanos han emitido fuertes declaraciones condenando las políticas, argumentando que violan las leyes y principios internacionales de derechos humanos, incluido el derecho a buscar asilo y la prohibición de la separación familiar. Señalan el potencial de aumento del sufrimiento humano, la erosión del debido proceso y el socavamiento del régimen internacional de protección para refugiados y solicitantes de asilo. De hecho ya se están presentando demandas impugnando la legalidad de ciertas medidas, preparando el escenario para posibles batallas legales que podrían moldear el futuro de la política de inmigración de los Estados Unidos durante años.
La Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) también ha expresado su profunda preocupación por la dirección de la política de inmigración de los Estados Unidos, enfatizando la necesidad de que los países cumplan sus obligaciones en virtud del derecho internacional de proteger a quienes huyen de la persecución. El ACNUR ha instado a la administración Trump a reconsiderar sus medidas restrictivas y a garantizar el acceso a procedimientos de asilo justos y eficientes.
Los problemas que provoca
Además de acabar con proyecto de vidas y separar familias, restringir la inmigración puede provocar escasez de mano de obra en sectores clave, particularmente en la agricultura y las industrias de servicios, que a menudo dependen en gran medida de personas trabajadoras inmigrantes. Una inmigración reducida puede afectar negativamente el crecimiento económico y la innovación, ya que las empresas extranjeras y los trabajos calificados históricamente han desempeñado un papel vital en la economía estadounidense.
Más allá de los costos humanos y económicos inmediatos, el renovado asalto de Trump a la inmigración tiene ramificaciones geopolíticas más amplias. Envía una señal a otros países de que Estados Unidos se está retirando de su papel tradicional de “país de la libertad” que ha sido destino refugio para personas refugiadas de todo el mundo. Y además, se retira de su rol tradicional en la región y en el mundo a través de su poder blando o “soft power [La capacidad de un actor político de influir en otros a través de la persuasión y la atracción, en lugar de la coerción]” desde el cual ha propuesto una línea clara dentro de la cooperación internacional en temas de migración.
Esto puede envalentonar a otras naciones a adoptar políticas igualmente restrictivas, lo que podría conducir a una carrera global hacia el abismo en términos de protección de los derechos de los migrantes y refugiados.
¿Y ahora qué?
Además, la retórica y las políticas de la administración pueden dañar las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con otros países de la región y más allá. Las acusaciones de xenofobia y trato inhumano de las personas migrantes pueden tensar las asociaciones y socavar los esfuerzos para abordar desafíos compartidos como el desarrollo económico.
En conclusión, los primeros días del nuevo mandato del presidente Trump en materia de inmigración revelan un compromiso claro e inquebrantable con un enfoque restrictivo criminalizador de la migración a partir de la «espectacularización del odio antimigrante», lo que no solo están causando dificultades inmediatas sino que también tienen consecuencias de gran alcance para los derechos humanos, las relaciones internacionales y el régimen global de protección para las poblaciones vulnerables.
A medida que la administración continúa desarrollando sus planes en materia migratoria, el mundo observa con aprensión, preparándose para la mayor erosión de los principios de asilo, debido proceso y cooperación internacional en el ámbito de la migración. El costo humano de esta renovada represión ya es significativo, y las implicaciones a largo plazo para los Estados Unidos y la comunidad internacional siguen siendo profundamente inciertas.
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