Enrique Segura es una persona cálida, de sonrisa ancha, y muchos de los que lo conocen destacan que en su pecho se alberga un corazón gigante. A Enrique le dicen ‘el chino’, por sus ojos sutilmente rasgados, herencia genética que recibió de parte materna. Su energía y entusiasmo demuestran un carácter solidario, una persona empática que siente fuerte y no olvida a quienes lo ayudaron en momentos cruciales. “Sin ellos no estaría hoy acá, viviendo de la música y disfrutando de lo que hago”, dice con seguridad y profundo agradecimiento desde su casa en París, donde dirige dos coros y dos orquestas.
La bondad de los desconocidos
El chino dice que tuvo suerte, que estuvo en el lugar y en el momento precisos, como si una fuerza poderosa hubiera decidido su destino. Lo cierto es que a la suerte la mayoría de las veces hay que buscarla y si esta búsqueda se complementa con trabajo duro y constancia, la empresa no suele fallar.
“Nací en Río Gallegos (Argentina) en el ’91, donde estuvimos con mi familia hasta poco tiempo después de la crisis del 2001, cuando nos fuimos a Mendoza”, comienza. Fue en la capital cuyana donde el chino empezó a tener un contacto fluido con la música, y muy probablemente que su padre tocase folklore en la guitarra ayudó para que descubriera algo similar a lo que normalmente llamamos pasión. En la Escuela de Niños Cantores y Bachillerato artístico musical de Mendoza terminó la secundaria, lo que en Argentina en ese momento se llamaba polimodal. En ese momento ya le entusiasmaba el canto y su llegada a la escuela de Niños Cantores significó una apertura en las asignaturas de piano, armonía, canto coral y audioperceptiva, entre otras.
La Plata
Su llegada a La Plata en 2010 lo encontró compenetrado en formarse como director de orquesta en la Universidad Nacional de la ciudad, título que obtuvo con honores sin perder tiempo y llevando la carrera al día brindando un concierto en el Salón Dorado de la Municipalidad junto a la Orquesta Municipal de Berisso. Sobre el rol de la educación pública, el chino no tiene sino palabras de agradecimiento y es un férreo defensor de que la Universidad “te abre el bocho”, en alusión a que te otorga una apertura mental muy fuerte, sobre todo en una ciudad con tanta diversidad como es La Plata. Pero fue al terminar sus estudios donde comenzaron a circular en su mente ciertas incertidumbres sobre lo que vendría.
“Tuve la suerte de conocer a una gran persona como es Bernardo Teruggi, de quien me hice amigo, y me propuso fusionar un coro que yo dirigía con el suyo. Entonces Bernardo comenzó a ser jefe, amigo y profesor”, recuerda con cierta emoción. En agosto de 2015 fue que por primera vez se le cruzó por la mente la posibilidad de viajar a Francia. Allí había estudiado Teruggi, quien le dijo que podía probar suerte.
Mientras dirigía un coro dos horas por semana y trabajaba en la escuela de Bosques de Florencio Varela, el chino comenzó a desarrollar una estrategia que muy pronto le daría una recompensa, eso que él llama suerte, pero que muy probablemente sea mucho más. “Me puse a mandar cartas a todo el mundo y a buscar becas para poder viajar a Francia, pero todo se concretó de una manera muy particular”, detalla.
Susana Rinaldi
“Resulta que había un concierto en homenaje a Piazzola en el Centro Cultural Kirchner, un concierto en el que participaba Susana Rinaldi, la gran Susana Rinaldi. En ese momento ella era agregada cultural de la embajada argentina en Francia y se me ocurrió ir a la salida del concierto a darle una carta en la que le decía que quería estudiar en Francia y que tenía un dúo de folklore argentino y colombiano con un amigo, Edu Medina Botero. Había gente que le tiraba peluches y le regalaban chocolates, y en medio de esa lluvia de amor le di mi carta”, agrega.
Pasaron varias semanas y no lograba avanzar. Con el título bajo el brazo y muchas ganas de utilizarlo, seguía intentando obtener becas y mandando cartas a personalidades que pudieran darle una mano, mientras tanto ahorraba para un posible viaje que deseaba que llegue pronto. En octubre de ese año, recibió una respuesta de Susana Rinaldi, que le contaba desde la embajada de Francia que no había becas, pero que si iba a Francia, tenía las puertas abiertas de la embajada.
El chino agradeció esa respuesta y pensó que si viajaba, al menos podría tocar allí o en algún lugar con el beneplácito del organismo representativo argentino. “Pasaron dos semanas más y me escribió el secretario de Rinaldi y me dijo que nos pagaban los pasajes para que toquemos en París, imagínate la alegría. Le conté a mi compañero en el dúo que no estaba al tanto y le dije ‘nos vamos a París a tocar’, fue impresionante”, cuenta aún hoy con una sonrisa.
Agradecido siempre
El chino no olvida a quienes le dieron una mano cuando la necesitó y afirma que “siempre los recordaré como los responsables de que hoy esté donde estoy”. Agradecido, habla con el corazón y se nota, su energía brillante se percibe incluso a través de la pantalla del ordenador donde hacemos la entrevista y hablamos de su vida. Comienzo a creer lo que dicen sus amigos sobre él.
El dúo llegó a París vía Amsterdam el 3 de diciembre de 2015, tenían el regreso a Argentina escasos tres días después, era cantar y volver, un toco y me voy. “Conocimos a Susana Rinaldi, fue increíble. Ahí nos dimos cuenta que no hay secretos, para ser bueno hay que tocar mucho”, asegura. Luego de terminar el concierto al que califica como exitoso, el chino vio una puerta para quedarse y a través de una visa Work and Travel comenzó una estadía que se prolongaría hasta el presente.
Sin prácticamente dinero, con su equipaje y una guitarra alquiló un Airbnb y pasó su cumpleaños prácticamente solo, acompañado por algunos amigos del pasado de estudiante de su amigo Bernardo Teruggi. Sobre estas personas que recién conocía, el chino hoy afirma sin titubeos que “Pascal y Cecile son como unos padres para mí”.
Comienzo del camino
Sus primeros ingresos los obtuvo de clases de guitarra y piano que daba a estudiantes latinoamericanos, ya que su deficiente francés le impedía ejercer como profesor a locales. Así llegó a tener hasta diez estudiantes por semana, lo que sin duda significó un logro para él.
En 2016 el chino ingresó en el conservatorio de Reims y sobre las personas que lo ayudaron en este período dice lentamente, haciéndose cargo de sus palabras, una frase que habla un poco de su forma de ser: “Siempre agradeceré la bondad de los desconocidos”. Paralelamente comenzó a trabajar en un coro que tenía el prestigioso director de la Sorbonne, Ariel Alonso.
San Martín y Cortázar como faros
Su ingreso al conservatorio ayudó a que consiguiera una plaza en la Casa Argentina en París, un espacio que desde 1928 cobija y ayuda a argentinos de diferentes disciplinas como ingenieros, artistas y científicos. Todos juntos habitan la casa por un precio más que reducido teniendo en cuenta la ubicación privilegiada en la que se encuentra. Este ingreso no hubiera sido posible sin la ayuda del director por aquel entonces Marcelo Balcells, que casualmente también era músico de La Plata, y había formado parte durante treinta años del recordado grupo vocal Opus Cuatro.
La Casa Argentina de París lo recibía, entre sus paredes compartía experiencias diversas con otros argentinos en situaciones similares a la de él y de alguna manera su estadía allí significó una burbuja donde sentirse feliz y agradecido, (casi) como en casa. Entre las mismas paredes que habitaba, específicamente en la habitación 40 del tercer piso, vivió varios meses Julio Cortázar. Durante la guerra, en 1939, el edificio se utilizó para ser utilizado como hospital militar y fue Eva Perón quien en 1947 ordenó el desembolso de un millón de pesos para restaurarla y amueblarla. “Hoy seguro que muchos de los muebles que hay en la casa son los que compró Evita”, agrega el chino.
Estabilización
Al poco tiempo, consiguió su primer trabajo: vendedor de tickets para una empresa turística que ofrecía paseos por el Sena. Varios meses paseó por el río afinando su francés, objetivo que se planteó para poder insertarse mejor en la ciudad, que pronto descubriría sería su casa por varios años. Menos de un año le costó conseguir dirigir su primer coro en París, Chorale du lundi (el coro de los lunes), trabajo que sigue manteniendo hasta el presente. También comenzó a conocer a diferentes músicos lo que le permitió hacer reemplazos en diferentes coros y orquestas.
Cuando la visa finalizó en diciembre de 2016 el chino volvió a Argentina, pero en su interior sabía que se trataba de una visita, su futuro, al menos a mediano plazo, estaba en París, donde comenzaba a echar raíces y a hacerse un lugar en la música. De esta manera, logró obtener una visa para volver tras un mes recorriendo casa de familiares y amigos, contando sus vivencias y aprovechando el tiempo para nutrirse de eso tan necesario como es el contacto con nuestra tierra.
Contactos
“Cuando volví seguí en el Chorale du lundi y comencé a dar clases en el conservatorio. En el tiempo en que estuve en La Plata fui a visitar a Bernardo (Teruggi), que ya estaba dirigiendo la Camerata Académica del Teatro Argentino de La Plata, y los músicos del Argentino me dieron el contacto de Bernard Schneider, un reconocido director de orquesta francés. Resulta que Bernard me llamó para hacer la misa tango en conmemoración del bicentenario argentino el 9 de julio y me preguntó si conocía a algún bandoneonista, y casualmente conocía a Cecilia Asegurado, que es una gran música de Brandsen, entonces hice el gancho y vino a tocar, fue una experiencia espectacular”.
Toda persona que migra debe lidiar con las expectativas, gestionar las frustraciones y disfrutar de aquello que por una cosa o la otra le hace feliz. El chino sobre esto prefiere hacer una broma: “si me decían que viniera a dirigir el tránsito, yo estaba”.
Paris, Paris
Las cosas se precipitaron y su trabajo comenzó a gustar en el ambiente orquestal parisino, mientras daba clases en el conservatorio y su francés se fortalecía, lo invitaron a dirigir un concierto en la Opal Sinfonietta, donde Schneider era el director musical. La suerte y el talento hicieron que el director de la Opal dejara su puesto y se lo ofrecieran al chino, quien aceptó inmediatamente bañado en una mezcla de alegría y emoción. De repente se encontraba profundamente inmerso en lo que apenas un año atrás veía como imposible.
La Opal se encuentra en Boulogne-sur-Mer, ciudad a casi tres horas de París que tiene dos particularidades increíbles que hicieron que el chino considerara que su llegada allí no se trató de una simple coincidencia: allí murió José de San Martín, prócer argentino que cuenta con una estatua en la ciudad donde además se iza la bandera celeste y blanca en determinados días del año; y Boulogne-sur-Mer y la ciudad de La Plata son ciudades hermanas desde el año 2000, algo que el chino desconocía y que lo hizo emocionar. “Creo que estoy ahí por San Martín, muchas de las cosas que tengo se lo debo a él”, sostiene con convicción.
Pandemia y mundial fuera de casa
Si hay dos momentos recientes que un argentino no borrará de su memoria, son la pandemia y todo lo que ella supuso en todos los niveles de la vida, y el mundial de fútbol de 2022. El chino vivió ambas desde París. La amargura del corte que significó el confinamiento y la expansión del virus, y la alegría infinita de ganar el mundial, nada más y nada menos que contra Francia. Sobre la inolvidable final del mundial, el chino recuerda que quería jugarla contra Francia, que vio ese partido en su casa y que estaba engripado pero que de la euforia y locura que significó ese domingo 18 de diciembre de 2022 “se me pasó la gripe”.
La pandemia significó una amargura dentro del paraíso profesional que estaba viviendo. Aunque siguió cobrando un porcentaje del salario, recuerda con tristeza que muchos estudiantes no volvieron al coro. “Ensayábamos coro por internet, eso no era ni coro ni ensayo”, recuerda. Dentro de la paranoia social que se vivía en aquel entonces, con miles de fallecidos y monotemáticos programas de televisión que no hacían más que hablar del número diario de muertos y de cómo se contagiaba el virus en el autobús, en la escuela o en el supermercado, el chino intentaba mantener su salud mental y no miraba la TV. Fue momento de replantearse cosas a nivel personal y social, y confiesa que le sirvió para tomar conciencia de ciertas cosas.
El mundo patas arriba
“Se desaconsejaba desde el Estado la participación en coros, entonces mucha gente dejó de ir por miedo, o por haberse ido a vivir al campo, o estaban enfermos, o reemplazaron la actividad coral por otra durante el confinamiento. Estuve casi dos años sin hacer conciertos, para los artistas fue complicado”, reflexiona.
El presente lo encuentra al chino dirigiendo el Chorale du lundi, la Orchesta Opal Sinfonietta de Boulogne-sur Mer, el ensemble de Port Royal y la Orchesta y Chorale del Lycée Louis-le-Grand, importantísima institución francesa de más de cuatrocientos años de historia, que porta con orgullo entre sus credenciales de excelencia ser el lugar de estudio de varios expresidentes, además de sociólogos como Pierre Bourdieu y Émile Durkheim, el pensador Roland Barthes, los escritores Cyrano de Bergerac y Jean-Paul Sartre, además del dramaturgo Molière y varios premios nobel, entre muchos otros.
Si vivir es construir futuros recuerdos, en palabras de Ernesto Sábato, el chino se está preparando para recordar sus vivencias cuando en un tiempo no tan lejano pueda cumplir su deseo: volver a Argentina para devolver aquello que recibió, porque en esta vida, como muchos argentinos reconocerán todo concluye al fin, nada puede escapar.