Desde Madrid, donde vive desde hace cuatro años, Vicky Di Pau dedica gran parte de su vida al desarrollo de su carrera profesional junto a la cerveza. Su pasión y entrega han hecho que se posicione como una referente en el, cada vez más grande, mundillo cervecero artesanal. Además, oficia como jurado en diferentes concursos internacionales y ofrece catas y capacitaciones.
El consumo de cerveza artesanal en el mundo muestra un creciente interés. Su historia es más que curiosa y se remonta a las primeras civilizaciones, donde tanto mujeres como hombres se encargaban de su elaboración. Con la llegada de la industrialización, la producción de cerveza comenzó a ser gestionada en su mayoría por hombres, ya que eran los dueños de los medios de producción y encargados de llevar adelante los negocios.
Sin embargo, la revolución de la cerveza artesanal en el siglo XX recuperó el enfoque en la calidad, la tradición y la creatividad. Aunque varía mucho de país en país, la participación de la mujer en el mundo de la cerveza fue creciendo y hoy, son muchas las que impulsan la innovación y el crecimiento del mercado artesanal.
Vicky Di Pau es una de ellas. Desde hace cuatro años vive en Madrid donde se perfecciona día a día y desarrolla su comunidad en redes sociales. Allí comunica todo lo relacionado a la cerveza, y más: mitos y verdades, catas, historia, producción, ingredientes, particularidades y un largo etcétera que invitamos a conocer en su cuenta de Instagram.
Inicio del camino cervecero
Vicky nació en Mar del Plata, Argentina, ciudad reconocida por la variedad de producción y consumo de cerveza artesanal. Tras veintidós años en la ciudad, y luego de estudiar periodismo en la Universidad Nacional de La Plata, en la extensión de la ciudad costera de Miramar, se mudó a Buenos Aires donde trabajó durante una década en telecomunicaciones.
Fue en Buenos Aires donde pasó de ser una consumidora a perfeccionarse en el mundo de la cerveza de manera autodidacta. Tras nueve años en un trabajo de oficina decidió emprender un viaje al que reconoce como el inicio de su vínculo profesional con la cerveza.
La vida suele llevarnos por caminos inesperados, aunque muchas veces la búsqueda de lo que se denomina pasión llega súbitamente para marcar el camino a seguir. “La primera cerveza artesanal que tomé en mi vida fue una Irish en Antares, en Mar del Plata, en su primer bar de calle Córdoba y fue una experiencia inolvidable”, recuerda con entusiasmo Vicky.
“Nunca me voy a olvidar de esa primera primera cerveza artesanal, dije ‘wow, ¿qué es esto?’ porque venía de tomar cervezas industriales, que son todas parecidas. Y cuando tomé esa cerveza me partió la cabeza porque era de color distinto, de sabores totalmente diferentes, tenía aroma, la espuma…”, detalla.
A partir de allí comenzó a investigar, a aprender y a leer las etiquetas de todas las cervezas que llegaban a sus manos. Le llamaban la atención las pizarras con los estilos, los porcentajes, los ingredientes y los nombres. Tenía veinte años, y sin saberlo, comenzaba a construir las bases de conocimiento que la sostienen hasta hoy en día en su carrera profesional.
El Valle Sagrado, su Alaska
Al renunciar a su trabajo de oficina en Buenos Aires y con la mirada puesta en viajar y conocer producciones locales de cerveza en América, Vicky decidió comprar junto con su pareja en ese momento, una furgoneta. “Estaba totalmente vacía, la camperizamos por dentro y el objetivo era viajar desde Buenos Aires a Alaska”, recuerda.
“Me gustaba la vida nómade, pero necesitaba tener un hilo conductor, y en ese momento era la cerveza artesanal. Entonces uní lo que me gustaba que era la comunicación, el periodismo, con mi hobby de ese momento que era la cerveza artesanal”, cuenta.
El viaje llegó a su fin en Perú. Allí Vicky tenía vista una microcervecería donde buscaban alguien para trabajar. “Llevábamos un año viajando y me quería quedar quieta”, cuenta. De esta manera, tras realizar una entrevista para su blog, logró entrar a trabajar allí en la fábrica, ubicada en el Valle Sagrado de los Incas, cerca del Machu Picchu.
“Yo había hecho cerveza en casa, tenía los conocimientos técnicos, pero no tenía la práctica de trabajar en cervecería, o sea, era un bloque de cocción de 500, 600 litros y después tenía todos los fermentadores y demás”, detalla. Quienes la contrataron le dijeron que no se preocupara, que todo se aprende, y ese fue “el primer paso para mí de trabajar en el mundo de la cerveza artesanal de manera profesional”.
Durante un año trabajó allí hasta que el viaje llegó a su fin. “Yo siempre digo que la cervecería del Valle Sagrado, que es como se llama el lugar, en el pueblo de Pachar, ese fue mi Alaska”, relata.
Complejidad de la cerveza
La cerveza no solo tiene una historia apasionante, sino que cuenta con un proceso de fabricación con muchos matices. “Al principio no entendés, pero luego ves que hay un montón de historia detrás de todo, no son nombres inventados al azar, los nombres de fantasía de cada cerveza sí, pero dentro de cada nombre, de cada estilo, hay una historia de la cerveza”, cuenta.
La cerveza relata la cultura de un país, de una ciudad. Según Vicky, “hay estilos de cerveza que nacen de las necesidades, por ejemplo hay una familia de estilos llamadas las farmhouse que son cervezas de granja. Estas cervezas nacen a raíz de lo que había alrededor para hacer cerveza”.
Además de la pasión por la cerveza, asegura que le corre por la sangre un poco de comunicación, de investigación y junto con su espíritu curioso forman un combo donde el resultado no puede salir mal.
“La cerveza es apasionante, por ejemplo, las cervezas lupuladas acá en España, las cervezas tipo IPA y demás, si las comparás con cervezas del mismo estilo en Argentina, acá no tienen tanto amargor como allá, porque a nosotros nos gusta mucho el amargo. Cada mercado es diferente”, detalla.
Viajar probando cervezas
La inquietud de profesionalizarse la llevó a certificarse como jueza. Para ello es necesario estudiar lo que se conoce como la guía BJCP (Beer Judge Certification Program), algo que Vicky logró y le permitió comenzar a viajar a concursos cerveceros en varias ciudades de Europa y, por ejemplo, a Sudáfrica.
“Juzgar una cerveza es analizarla en conjunto con otras personas, por lo general depende, pero pueden llegar a ser mesas de tres, cinco personas. Lo interesante es que vas aprendiendo lo que otras personas van encontrando también en esa cerveza. Luego hay que hacer un feedback al cervecero o a la cervecera con puntos de mejora si fuera necesario”, cuenta entusiasmada.
Cada cultura tiene cervezas propias. Aunque la estructura pueda ser la misma, los matices son totalmente diferentes, lo que hace que cada producción sea única. Esta diversidad le da riqueza a la cerveza artesanal y hace que el universo de sabores y aromas sea prácticamente infinito.
“En una competición se analiza el aroma, la apariencia, el sabor, la sensación en boca y todo eso se resume en una impresión general”.
Con estos parámetros, el jurado debe ir analizando las intensidades de los ingredientes, la sensación y el tacto en boca, el cuerpo. En caso que la cerveza tuviera defectos se realiza un feedback constructivo al cervecero o a la cervecera de posibles puntos y sugerencias de mejora para la receta. De este modo, la misma comunidad va mejorando recetas para lograr cervezas cada vez de mayor calidad.
Diferencias entre España y Argentina
Quienes viven o vivieron en Argentina conocen muy bien que la cerveza artesanal se ofrece en prácticamente todos los bares de las grandes ciudades. Más aún en ciudades como Mar del Plata, La Plata o Bariloche, por citar solo algunas, donde el consumo de cervezas artesanales y la variedad en la producción casera son enormes.
En España, por el contrario, aunque existe un mercado creciente de cervezas artesanales que llevaron de los 12,4 millones de litros consumidos en 2015 a los 22,4 millones en 2020, según la Asociación Española de Cerveceros Artesanos Independientes (AECAI) son muchos los bares que se resisten a ofrecer cervezas artesanales en su carta.
Según Vicky, “España tiene mucha influencia de las cervezas europeas en general, algo que nosotros en Argentina no teníamos, entonces obviamente al no tener la influencia o poder comprar cervezas de otras partes del mundo la cerveza local se hizo muy fuerte y además de que nosotros somos muy apasionados por lo general por nuestras cosas”.
Mercados diferentes para consumidores diferentes
“Nuestra personalidad en general como argentinos, de que somos tan pasionales por lo nuestro, también ayudó muchísimo a que se desarrollara lo local, por ejemplo yo soy Mar del Plata y yo soy Antares”, cuenta sonriendo.
El mercado en España no está tan desarrollado como, por ejemplo en Italia, lo que convierte al país en un campo fértil donde poder desarrollar el consumo de cervezas locales. La competencia se presenta compleja para los emprendimientos locales, ya que con mayores costos en la producción, menos recursos y una estrategia de las grandes empresas de cerveza que ofrecen facilidades a los bares, es difícil de competir.
A pesar de esto, son muchos los bares que ofrecen una carta diferente, cervezas elaboradas por cerveceros pequeños y medianos, con productos de calidad y sabores, aromas, colores y densidades que difieren a las grandes marcas. En Madrid, por ejemplo Brew Wild, que ofrece pizzas y cerveza artesana; La Maripepa y sus catorce grifos y música de vinilos; Beer Joint, que combina hamburguesas y cerveza artesana; o el bar- fábrica de cerveza La osita, entre otros.
Mitos y verdades en torno a la cerveza
Existen muchísimos mitos que se repiten en charlas de bar a lo largo y ancho del planeta. “El más habitual de los mitos es que la espuma de la cerveza no sirve para nada”, dice Vicky. “Muchas veces la gente te pide la cerveza sin espuma, y es como…no”, agrega. Luego detalla que la espuma es una parte esencial de la cerveza. Es una capa que protege los aromas y cuando se elabora se piensa también en la espuma. “Además de eso, la formación de la espuma es necesaria, porque cuando servimos la cerveza, y rompe en el vaso o en la copa, se libera la carbonatación”, agrega.
Otro mito que rodea a las cervezas es que las denominadas rubias tienen baja graduación alcohólica o son cervezas más ligeras. “La realidad es que no es tan así, porque hay estilos de cerveza como una IPA o una doble IPA, que son cervezas rubias, pero pueden tener 8 o 9 grados de alcohol”, explica.
Machismo en el sector
El machismo en el mundo de la cerveza no es un mito. Aunque cada vez con menos frecuencia, los comerciales de cerveza, que por ejemplo, muestra a varones sentados en un sofá, mientras las mujeres les sirven la cerveza, son reales. La experiencia de Vicky le hace hablar del tema con cierta autoridad. “Yo estuve viviendo y trabajando en el mundo de la cerveza en tres países distintos. En los tres países lo viví de forma diferente”, detalla.
En su experiencia en Perú, no sintió el machismo directamente como mujer cervecera, pero sí lo veía en sus alrededores, en el bar y en restaurantes. Lo mismo en Argentina. Pero en España, al tener experiencia en ámbitos más profesionales como son los concursos, cuenta que se ha sentido, en ocasiones, menospreciada entre hombres al hablar de cuestiones técnicas, aunque aclara que no es lo habitual.
“En los festivales y ferias el tema del machismo pasa más por el acoso, por decirlo de alguna forma, porque estamos del otro lado de la barra y se te tiran encima cuando se ponen borrachos. Pero eso no tiene que ver con la cerveza en sí, sino con la sociedad”, reflexiona.
El desarrollo del mercado cervecero
Vicky fomenta el consumo local de cerveza. Lo hace en su cuenta de Instagram y también en las charlas con colegas y amigos. Sostiene que existen muchas variedades, por lo que si alguien dice que no le gusta la cerveza, habría que preguntarle qué tipo de cerveza no le gusta. “Para cada persona hay algún estilo de cerveza porque la cerveza es muy versátil, y eso es una de las cosas que me enamora”, concluye.
Poder llevar diferentes cervezas al público es una de las tareas que Vicky encara. Desde hace un tiempo organiza catas, aunque confiesa que Agus, su esposa, es la verdadera especialista en este ámbito. Una de las satisfacciones más grandes para Vicky es que las personas se sorprendan al descubrir sabores y aromas y poder abrir las puertas del mundo de la cerveza artesanal al público.
Esta tarea de difusión aporta un granito de arena para que se desarrolle el mercado y crezca el consumo. “Que mi papá desde Mar del Plata me mande una foto con sus amigos en Antares me hace pensar que algo he hecho bien”, cuenta con una sonrisa.
La necesidad de comunicar
Vicky comenzó su cuenta de Instagram mientras trabajaba en Perú. La abrió para mostrarle a la familia lo que estaba haciendo. Además de crear contenido, se divertía y tenía las herramientas a mano, ya que estaba trabajando en una fábrica.
Luego de años, Agus, su esposa, la ayudó mucho a perfilar la cuenta, y esta comenzó a crecer.
“Comencé a divulgar más lo que es la cultura cervecera. Y gracias, en parte, a la cuenta de Instagram fue que, cuando empezamos a contar que nos veníamos para acá, me contacten desde una cervecería que es donde trabajo hoy en día”, cuenta.
Además de sus actividades, gestiona junto con Agus una empresa de comunicación y márketing llamada Lúpulo Digital, donde acompañan a emprendedores al momento de iniciar un negocio cervecero, aportando su experiencia y conocimiento. Además, ofrecen un juego de naipes llamado A la pala, donde puedes poner en práctica tus conocimientos cerveceros, y llevan adelante un podcast de nombre Cerveza y punto donde hablan, cómo no, de cerveza.
A pesar de trabajar en el desarrollo del mercado y en el perfeccionamiento de cervezas, Vicky tiene como objetivo escribir un libro. “No quiero que sea un libro técnico de cerveza, porque hay un montón, sino que esté un poco relacionado a cómo yo comunico la cerveza en mi cuenta de Instagram”, afirma.
Vicky Di Pau ha recorrido un largo camino junto a la cerveza. Una ruta de aromas y sabores que la siguen sorprendiendo. Su ímpetu y fuerza se fusionan con su motivación y capacidad de comunicar. Con estos ingredientes, el resultado no puede fallar.
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