Nacido en Ghana, Ousman Umar llegó a Barcelona tras cinco años de sufrimiento en manos de la mafia del tráfico de personas. Luego de cruzar a pie el desierto del Sahara siendo apenas un niño, llegó a las costas de Fuerteventura subido a la rústica patera que lo transportaba. Hoy, al frente de la fundación NASCO Feeding Minds, trabaja sin descanso para que los niños en su país tengan las oportunidades que él no tuvo.
En medio de la selva, en el pequeño pueblo de Fiaso, en Ghana, existía una tradición que decía que si la madre moría durante el parto, el niño o la niña debía morir. La justificación del infanticidio se basaba en que si el niño tenía la capacidad de matar a su madre, mucho peor sería lo que pudiera hacer de grande. Ousman Umar nació un martes en Fiaso, y su madre falleció en el parto. Ousman Umar estaba destinado a morir.
Desde las oficinas de su fundación en Barcelona, NASCO Feeding Minds, Ousman Umar detalla su pasado y analiza su presente, siempre con la mirada puesta en el futuro de las próximas generaciones de su Ghana natal.
La fortuna de un hombre sin igual
Tras la muerte de su madre, Ousman pudo mantenerse con vida gracias a que su padre, Seidú, era el chamán de la tribu y pudo hacer que sobreviviera. A los nueve años, siendo un niño de poco más de un metro de altura, se dirigió solo a Techiman, la ciudad más grande cercana y luego a Kumasi, la segunda ciudad en importancia de Ghana para llegar finalmente a Acra, la capital. En estos lugares aprendió, con mucho sufrimiento, el oficio de chapistería y hoy muestra su mano marcada por la quemadura de un metal, huella visible de su aprendizaje.
“Fue en el puerto de Acra donde acabó de tomar forma la idea de viajar fuera de África, de viajar al País de los Blancos”.
Barcelona
Llegar a Barcelona tras cinco años de un viaje que nunca debería haber existido, fue para Ousman un logro cumplido, pero pronto se daría cuenta que el País de los Blancos, como se titula su libro, no era el paraíso que se imaginaba. Se encontró mendigando en las calles siendo apenas un adolescente, pidiendo prácticamente de rodillas un vaso de agua, y buscando en la basura el pan duro que otros descartaban.
“Llegué a Barcelona el 24 de febrero del año 2005 con una mano delante y otra detrás. Era un chaval de 17 años y lo dejas en la calle sin hablar ni catalán, ni español, ni un euro en el bolsillo. ¿Qué quieres que haga? ¿Que robe, entonces tienes motivos para decir que todos los negros roban?”, suelta Ousman al hablar de las políticas migratorias, sobre las que opina que tienen muchas brechas, aunque hay intentos de hacerlo bien y que hay que seguir mejorando.
Sobrevivir a lo que él mismo denomina un infierno, tras caminar por el desierto del Sahara, ver a sus amigos morir y ser acogido por una familia catalana, lo convierten, según sus propias palabras, en el hombre más afortunado del mundo.
“Sinceramente me considero uno de los hombres más afortunados del planeta. De hecho, siempre digo que me ha tocado mucho más que el Euromillón. La gran lotería en la vida no es el dinero, es el derecho a poder vivir”.
Foto: Alice Langlet
El viaje que nunca debería haber existido
Miles son los africanos de diferentes países del continente que arriesgan sus vidas para llegar a Europa. Muchos de ellos no logran llegar a tierra firme y mueren en el intento. Ahogados en el mediterráneo, muertos de sed en el desierto, asesinados y abandonados: esa es la realidad de miles de personas que se aventuran en un viaje que no debería existir. Personas con nombre, con familias, con historias, con deseos. Personas que se convierten en números para las estadísticas elaboradas desde Europa.
Ousman llegó a Agadez, en el desierto de Niger y subió a una furgoneta cargada hasta arriba con más de una decena de personas en la misma situación. El objetivo era cruzar el desierto del Sahara y llegar a Libia, para luego dar el salto final que le permitiría poner un pie en el paraíso. La realidad fue muy diferente a lo prometido y la mafia los abandonó en medio del desierto con la excusa de que necesitaban cargar combustible y que regresarían por ellos.
Tras 24 horas de espera, con la certeza de que no regresarían, el grupo comenzó a caminar hacia el norte, con el hilo de esperanza de que tras cada médano que se presentaba en el horizonte, aparecerían las luces de la ciudad. Muchos no llegaron a destino.
Cruzar el océano sobre una barca improvisada siendo un adolescente, sin saber nadar, y llegar a tierra firme tras haber atravesado uno de los desiertos más grandes del mundo, no puede tratarse solamente de fortuna. Ousman asegura que un ángel de la guarda lo protegió, sobre la arena del Sahara, en las aguas del Mediterráneo y en el momento mismo de su nacimiento.
Al lugar donde juegan al fútbol
Según las leyes sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, los menores que llegan al país sin compañía tienen derecho a permanecer en el territorio. Allí comienza una serie de trámites legales donde los menores pasan por diferentes instituciones receptoras.
Sin conocer el idioma ni la cultura de España, las autoridades le preguntaron en qué ciudad quería vivir. Al apelar a la memoria para recordar qué sabía del país, Ousman recordó que la primera vez que había visto la televisión había sido en la transmisión de un partido de fútbol. La palabra Barça le vino a la mente.
Ousman pasó por la burocracia y terminó mendigando en las calles de Barcelona. “Tras un mes y medio viviendo en las calles, donde era invisible a los ojos de los barceloneses, me había ya rendido a pedir ayuda, porque cuando me acercaba a alguien, la gente se escapaba pensando que quería robarle”, cuenta.
“De golpe me llegó como una señal que me dijo: levántate y habla con esta mujer”, afirma. Ousman intentó por todos los medios explicarle a la señora, de nombre Montse, lo que le pasaba, y aunque él no hablaba ni castellano ni catalán y Montse no comprendía el inglés, se entendieron.
“Creo que Monse es mi ángel de la guarda. Todos tenemos este ángel, esta mano mágica en la vida y si alguien no lo ha encontrado, que lo busque, porque yo creo que todos lo tenemos”.
Alimentar mentes, no barrigas
Ousman tiene ideas claras. Ideas maduradas en su mente en base a experiencias vividas, cosas aprendidas y estudios realizados. Ousman quiere dar oportunidades, formación e información a niños y jóvenes en Ghana. Ousman quiere que nadie más repita los horrores de su viaje a Europa.
Desde que fundó NASCO, Feeding Minds, supo que quería alimentar mentes, no barrigas. Dotaría a las escuelas rurales de Ghana con ordenadores, proyectores, pantallas, para que los niños de las diferentes comunidades pudieran aprender informática en casa.
Tras su experiencia en las calles y su acogida por parte de una familia catalana, Ousman entendió que es una persona afortunada y que su destino, si puede llamarse de ese modo, es compartir su experiencia para que otros no atraviesen lo que él sufrió.
Cualquier persona que desee contribuir, aportar su granito de arena, es bienvenida en NASCO, lo único que hay que hacer es visitar su página web https://nascoict.org/.
“A través de nuestra página puedes ser socio, puedes realizar una aportación puntual o ofrecerte como voluntario si quieres acompañarnos en ese camino”.
Otro modo de colaborar con la fundación es comprando el libro que cuenta su experiencia completa. Viaje al país de los blancos relata en primera persona la travesía, las ciudades atravesadas, las experiencias vividas, las personas que cruzó Ousman en el camino y las que dejó atrás. “Al comprar el libro estás contribuyendo para que podamos seguir cumpliendo nuestra misión, que no es nada más que dar formación e información para salvar la vida de esos niños en sus casas”, agrega Ousman.
La importancia de las oportunidades
Hubo un tiempo en que la palabra meritocracia estaba de moda. “Si te esfuerzas lo lograrás”, como si solamente el éxito y el cumplimiento de objetivos se tratase de una cuestión de deseo y de trabajo en el camino adecuado. El problema aquí es que no todos partimos del mismo lugar. No es igual un niño que tiene que pedir dinero en las calles, a otro que tiene la suerte de que su familia le pague los estudios, aunque ambos niños tengan el mismo deseo, claramente un camino es más corto que el otro y con menos obstáculos.
Ousman responde rápidamente y sin titubear al posicionarse al respecto: “No creo en la meritocracia porque no partimos todos de la misma base, porque es prácticamente imposible partir de la misma base. Con lo cual, premiar a los que llegan antes sin tener en cuenta que partimos de bases distintas me parece un error”.
El camino recorrido por la humanidad indica que debemos ofrecer oportunidades desde pequeños para poder alcanzar objetivos y desarrollarnos en la vida. “Lo más importante para mí no es solamente tener la oportunidad, sino ser consciente de ello”, agrega Ousman.
El mañana de Ousman y de NASCO
Cuando se hacen las cosas bien y se tienen las ideas claras, el futuro suele ser alentador. En el caso de Ousman y de NASCO, el objetivo es mantener sus ideales, trabajar en la misma dirección y alcanzar a la mayor cantidad de personas posibles, para que cada vez un mayor número de niños y niñas en Ghana acceda a aulas informáticas y tenga oportunidades, formación e información.
Para finalizar, aquel niño que cruzó el Sahara y el Mediterráneo, sobrevivió y hoy comparte su historia y trabaja para un mundo mejor, afirma: “Lo que me gustaría que pasara en el futuro es hacer que la cooperación internacional entienda la importancia de cambiar la estrategia. No ha funcionado la ayuda humanitaria porque está destinada a alimentar estómagos y yo creo que lo que la sociedad necesita es que alimenten sus mentes”.
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