Hace diez años que Rafael Oliveros comparte contenido musical en sus redes sociales, específicamente de su instrumento preferido: el corno. Desde una infancia humilde en las afueras de Caracas hasta su presente en importantes escenarios de Alemania, Rafael trabajó duro para lograr ser un referente del instrumento más difícil de tocar según el libro Guinness de los Records.
Hay alrededor de Rafael Oliveros un aura dorada que lo envuelve. No se trata del brillo de su corno que todo lo ilumina, ni de un rayo de sol que se cuela por la ventana de su casa en la ciudad de Dresden y se refleja en sus gafas de montura metálica, sino de su llamativa energía positiva, energía que dice mucho de su personalidad tranquila y de su espíritu alegre.
La historia de Rafael es una historia de esfuerzo y de talento. El trabajo duro y el amor por la música lo fue compartiendo en sus redes sociales, donde poco a poco y sin planearlo fue constituyendo una sólida comunidad que sigue atento su contenido en español sobre cómo es tocar el corno, según los expertos, uno de los instrumentos más difíciles de dominar.
Venezuela como casilla inicial
Su historia comienza en Caracas, con madre y padre trabajadores, donde nunca sobró nada y donde forjó desde pequeño un fuerte y duradero amor por la música, que comenzó cuando tomó entre sus manos una flauta dulce.
“Antes de que mis padres se divorciaran, vivíamos en otra ciudad que se llama Guarenas. Empecé tocando flauta dulce en una casa de la cultura del pueblo”, comienza. “Era como una orquesta típica de música regional y daban clases de música gratis. Recuerdo que le pedí una flauta a mi padre, que en ese momento viajaba por trabajo y en un aeropuerto me compró una de las blancas, las que se desarman”, agrega.
Rafael recuerda que hacía tanto ruido con aquella flauta que sus padres lo inscribieron en clases de música, ya que además de hacer ruido, mostraba una facilidad notable y una disciplina que podrían hacer que se destacara en instrumentos de viento.
Sobre aquellos años, Rafael recuerda: “mis padres se divorciaron cuando yo tenía nueve o diez años y fuimos a la capital con mi madre. Era un día de las Madres, y en Venezuela hay muchas orquestas, y dieron un concierto. Nosotros éramos nuevos allí y a mi mamá le encantó”. Ese mismo día, había una campaña de inscripción en el núcleo del sistema de orquestas.
—¿Quieres que te inscriba? —preguntó su madre mientras la orquesta cerraba su repertorio en las calles.
—Sí —respondió Rafael con una sonrisa.
El dilema del instrumento
No por elección, Rafael y su madre caminaron más de una hora en subida por una cuesta, hasta la escuela de música para hacer efectiva la inscripción. La falta de dinero hacía imposible poder pagar el transporte. Al llegar allí, sobre las cinco de la tarde, los niños salían de los ensayos con sus violines, sus flautas y sus cellos, imagen que se grabaría en la retina de Rafael.
“Yo era muy bueno con la flauta, pero nunca me enseñaron la teoría. Lo de leer partituras en el pueblo nunca me lo dieron. Te enseñaban las canciones escribiendo que si las notas eran do, re, fa, pero sin el pentagrama”, recuerda.
Es por este motivo que tuvo que pasar cerca de un año de iniciación, aprendiendo a leer música, mientras imaginaba que su instrumento sería la flauta traversa, ya que la alcaldía había donado algunas, las cuales estaban reservadas a los mejores alumnos de flauta dulce.
En un principio, le dijeron que debía tocar el oboe, ya que le remarcaban que tenía agilidad y era bueno con los dedos, pero una profesora de cello le propuso algo más bonito: un corno.
“Yo no sabía ni qué era un corno. Y recuerdo que fue allí que me presentó a quien para mí es como un segundo padre, con quien todavía tengo contacto y hablamos todos los días, mi profesor Carlos Aragón”, cuenta con orgullo.
Amor por el corno
¿Cuántas veces escuchamos casos de profesionales que comenzaron sus carreras por la influencia de un buen docente? El caso de Rafael puede ser uno de ellos. La marca que dejó Carlos Aragón en aquel niño de apenas once años fue fuerte y lo primero que recuerda es una recomendación musical para preparar el oído al instrumento.
“Recuerdo que lo conocí y él me dio un disco. ‘Mira, escúchate este disco’, me dijo. Era un disco del London Horn Sound, un ensamble de cornos de Londres. Con música que tocaban Titanic y muchas canciones arregladas para el ensamble de corno. Y recuerdo que eso lo escuché tanto que lo dañé”, cuenta con una sonrisa.
“Me enamoré del corno de una manera que yo dije: quiero ese instrumento”.
Luego, ya con una mano dentro del corno y en pleno aprendizaje con su querido profesor, se enteró que querían que tocara el oboe porque el hermano del director del núcleo donde estudiaba era el profesor, y no tenía alumnos.
“Se volvió como una obsesión para mí. Todo ese amor por el instrumento me lo enseñó mi profesor. Y es como que llega un momento en que la obsesión hace que mejores y que toques bien. Y mientras mejor tocas, más te gusta. Mientras más te gusta, mejor tocas. Hasta que te encanta”, detalla.
El corno, un instrumento particular
Si conocemos el dato de color que afirma que el corno es el instrumento más difícil de dominar, según el libro Guinness de los Récords, podemos hacernos una idea de las complejidades que presenta. Para Rafael, la particularidad se centra más en que “es muy fácil tocarlo mal”.
“Es muy difícil tener mucha precisión, pegar todas las notas en su lugar. Si lo comparamos con un piano, este tiene cada nota en un lugar, y mientras más agudo se hace, sigue siendo el mismo tamaño la nota. Pero en el corno, mientras más agudo se hace, cada nota se va encogiendo. Y ya cuando vas a lo más agudo, es como que el espacio entre una nota y otra es muy acotado”, relata.
Según su propia experiencia, afirma que “el instrumento es muy famoso porque los cornistas muchas veces tienen errores y fallos en su interpretación. Y tienes que aprender a vivir con eso. Muchas veces tú no lo quieres hacer, pero el instrumento es así”.
Además de su dificultad, el corno es el único instrumento que se toca con una mano dentro, y la posición de la misma influye también en su sonido, por lo que hay que pensar en la cantidad y caudal de aire, la posición de la boca, en la digitación de los dedos y en la posición de la mano que entra en el instrumento.
El salto al sueño alemán
Si por algo es conocida Alemania es por la calidad de sus universidades musicales y por la gratuidad de las mismas. En algunas de ellas, una vez que se ingresa, solo se abona cerca de 300 euros y se ofrece educación de calidad en ámbitos donde ser músico es cosa seria, y ser profesor universitario de música tiene muchísimo prestigio.
Corría el año 2014 y Rafael cruzaba el mundo para lograr entrar en la Universidad. “Recuerdo que éramos como 26 personas en la audición y solo había dos plazas para entrar y yo fui uno de los que lo logró”, dice.
Con una buena formación práctica y muchas ganas de seguir aprendiendo, Rafael llegó al aeropuerto de Frankfurt en 2015 con 1500 dólares que le había dado su madre, fruto de la venta del único bien que tenía a su nombre: un Chevrolet Aveo.
“El primer año fue muy difícil, porque yo presenté la prueba de ingreso en verano y todo era bonito, todo era verde y el profesor siempre fue muy carismático, pero ya ahí te das cuenta de que una cosa es turismo y otra cosa es emigrar, además en mi caso yo tenía que velar por mí mismo y mandar dinero a casa porque en Venezuela la gente gana como 20 dólares al mes”, reflexiona.
Dificultades
El cambio de país fue fuerte para Rafael. No solo el clima frío y gris contrastó con lo que él había vivido toda su vida en Caracas, sino que pasó de compartir una habitación pequeñita en un estudio con su madre, a pagar una habitación, comprar sus primeros muebles y a buscar un empleo mientras desarrollaba sus estudios y aprendía alemán con veintiún años.
Para poder comprar el pasaje tuvo que hacerlo a través de la Oficina Internacional para la Inmigración, una ONG que brinda ayuda a la hora de gestionar la compra de pasajes cuando ya se cuenta con la aceptación de la Universidad.
Pronto comenzó su primer empleo como tercero en la cocina de un restaurante español. “Lavaba los platos y me decían ‘prepárate una tapa de ensaladilla rusa, las albóndigas’. E iba todo mojado… recuerdo que siempre me mojaba porque estaba lavando los platos. Y era difícil”, relata. Luego trabajó en un asiático como mesero, en un restaurante italiano y en un mexicano, donde sufrió racismo: “había un cocinero que era racista, me tiraba las ollas y todo cuando yo lavaba los platos”.
Adaptación a un nuevo mundo
Rafael llegó con lo básico, tanto es así que ni siquiera contaba con ropa de invierno y la experiencia le fue enseñando dónde comprar, dónde comer, cómo actuar, dónde enfocarse.
“Recuerdo que el curso de alemán era muy caro, eran como 450 euros al mes. Y yo no lo podía pagar porque la habitación donde vivía eran 222 euros. Entonces dos meses de habitación era pagar un mes del curso alemán”, dice.
En una manera de ahorrar y moverse por su cuenta, Rafael detalla que una vez empadronado, la Universidad otorga un kit de bienvenida con folletos, mapas de la ciudad, dónde comer, dónde ir e incluye cinco vales de diez euros cada uno. “Dan 50 euros para que los gastes donde tú quieras en la ciudad. Te lo aceptan en todos lados”, dice.
“Recuerdo que esos 50 euros los utilicé en una tienda que se llama Thalia, que es una librería. Y me compré los libros para aprender alemán. Entonces me ahorré el dinero de los cursos”.
Su mala situación laboral coincidió con una invitación para tocar en China, oportunidad que no podría dejar pasar, por lo que renunció al restaurante mexicano de un día para el otro. Una cosa fue llevando a la otra y comenzó a tener conciertos gracias al boca a boca que lo recomendaba, hasta que pronto se encontró trabajando de músico y de profesor de corno, con 21 alumnos.
Luego de un cambio de profesor, Rafael logró ser tercer corno de la Ópera de Berlín seis meses, principal de corno de la Ópera de Hagen otro medio año y asistente principal en la Ópera de Freiburg.
Una comunidad fiel
La cuenta de Instagram de Rafael está activa desde noviembre de 2012, dos años después de que la red social iniciara su dominio virtual. En doce años, Rafael forjó una comunidad sólida sin siquiera proponérselo. “Se empezó a dar todo solo. En aquella época cuando salió Instagram, era solo una red social para fotos. Luego cuando habilitaron los videos empecé a subir contenido y a la gente le fue gustando”, detalla.
Fue cuando llegó a Alemania que su contenido dio un giro. Allí conoció a un colega músico que subía vídeos relativos al corno pero en portugués, y lo animó a que abriera un canal de Youtube para el público en español, ya que no existía.
“Era 2015 o 2016 y fuimos a la feria Musikmesse en Frankfurt, es una feria de instrumentos, y recuerdo que él tenía una cámara. Él grabó un video, y luego me dio la cámara e hice el mío.
Por ahí están unos videos en YouTube donde salgo yo probando los cornos de esta marca, los cornos de esta otra. Y así fue cómo empezó”, dice.
Hoy en día genera contenido para Instagram, Youtube, Spotify, Twitch y Facebook, donde ofrece consejos, tips, interpreta música de todo tipo y relata experiencias sobre la música y el corno. “Lo que trato con todo lo que aprendo aquí en Alemania y he aprendido todos estos años es llevarlo a las personas de habla hispana”, confiesa.
El Rafael del futuro
Para todo músico concertista, el principal objetivo suele ser el de pertenecer a una orquesta de renombre de manera fija. Ese es uno de los deseos de Rafael para el futuro y para ello trabaja y sigue perfeccionándose.
“Yo creo que un objetivo futuro sería ser profesor de una universidad. No veo por qué no podría hacerlo.También es un proceso de selección difícil, de audición, pero ya para poder ser profesor aquí, al menos en Alemania, tienes que ser cornista o músico de una orquesta”, cuenta.
Es que ser profesor suele ser el último peldaño de la carrera. Para Rafael el nivel de estrés no es igual que tocar todas las semanas en una orquesta con un repertorio difícil. “A mí siempre me ha gustado dar clases. Considero que ser profesor y darle tu conocimiento a otras personas y construir tu clase, que ganen las audiciones y sean ellos los que lleven tu nombre, me parece bonito”, cierra.
Rafael agradece a todos aquellos que lo ayudaron en su camino, pero sobre todo da gracias a su familia y a su segundo padre, Carlos Aragón, quien inculcó en él el amor por el corno. A fuerza de trabajo y sacrificio logró superar sus estudios y hoy se destaca como principal asistente en la filarmónica de Dresdner, y en breve será corno principal de la Staatsoperette de Dresden. El destino lo llevará, sin duda, por buen camino, solo debe respetar una consigna: seguir como hasta ahora.
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