FLEEK. es una marca de indumentaria urbana del Born, en Barcelona, que tiene una historia detrás. Una serie de sucesos, de avances y retrocesos, de dificultades y logros que Juan Bautista, su creador ha sabido gestionar. La importancia del apoyo de los incondicionales, el empuje en momentos críticos y la convicción de avanzar con un proyecto que hoy se sustenta con la confianza de los clientes.
Caminar por el barrio del Born en Barcelona es una experiencia de contrastes. Edificios bicentenarios reformados y tiendas boutique de diseño se mezclan con bares de coctelería de autor y ruinas medievales, mientras por sus calles caminan en cámara lenta turistas de todas las nacionalidades y locales enamorados de la diversidad de su barrio.
En la placeta D’en Marcus 8, encastrado entre muros de piedra, un cartel luminoso destaca en una de las calles más transitadas del barrio. FLEEK. es una marca textil sostenible que desde junio de 2023 dice presente en el Born y busca hacerse un hueco en un sector tan competitivo como el de la indumentaria.
La historia detrás de la marca tiene matices que la han constituido y fortalecido, momentos delicados, de alegría, de incertidumbre y de superación. Su ideólogo, Juan Bautista Fantín García es argentino. Nació en Camilo Aldao, un pueblo de cinco mil habitantes en la provincia de Córdoba y llegó a Barcelona en abril de 2019, momentos en que nadie imaginaba que una pandemia mundial llegaría diez meses después y pondría patas arriba nuestras vidas.
Todos somos FLEEK.
Juanbi, como le dicen los amigos, es lo que se dice un buen tipo. También se puede agregar a su forma de ser, la cualidad de luchador. “Vine a buscar un desafío más profesional. Ponerme a prueba en lo que había estudiado, que era marketing, comunicación”, cuenta y recuerda que al principio comenzó trabajando de lo que salía ya que la idea era establecerse en la ciudad y comenzar a orientar su carrera hacia donde deseaba.
“Trabajé los primeros dos meses, los fines de semana, en una empresa de catering y rápido me salió una oportunidad para trabajar en marketing en una startup de una bebida deportiva muy potente. El proyecto era muy potente, había recibido mucha inversión de gente famosa, del fútbol, del motociclismo…”, comienza.
Una chica también de Córdoba confíó en él y le dio la oportunidad que había ido a buscar, y esa experiencia le abrió las puertas al mundo del emprendimiento puro y duro, ya que se trataba de un proyecto nuevo y tenía una plantilla pequeña en donde todos hacían un poco de todo. “Ahí aprendí mucho, más que nada lo que es creación de marca, cómo gestionar un proyecto nuevo, colaboraciones. Yo estaba muy centrado en la parte de eventos. Y hacer crecer la marca de manera orgánica, física, no tanto en lo online”, cuenta.
La importancia del círculo
Hoy en día, muchas de las personas que rodean a Juan son viejos conocidos de aquella experiencia que recuerda como positiva, gente que ha colaborado en lo que ha podido de manera desinteresada, como Matías que aportó su granito de arena en la creación de contenido o el apoyo incondicional de Mariano. Quienes emprenden sin mucho capital saben bien que el apoyo de los seres queridos ayuda a dar el puntapié inicial, a tal punto que muchos proyectos no podrían avanzar sin ese empujón de energía.
Juan siempre tuvo claro que no quería trabajar para otros. “Me crie con eso, en mi casa yo lo que veía era mi mamá con su proyecto y mi papá con su proyecto, nunca empleados”, detalla. Luego afirma que su objetivo era cambiar, moverse, buscar desafíos nuevos y crear cosas nuevas. Poco a poco la idea de un emprendimiento propio comenzaba a rondar en su cabeza.
Pandemia y búsqueda personal
Marzo de 2020 fue, para millones de personas, un antes y un después. Un punto de inflexión absoluto donde todo se dio vuelta. “A mí lo que me pasó fue que el 20 de febrero de 2020, 11 meses después de haber comenzado, estaba totalmente quemado del trabajo. Jes, la chica que me había dado la oportunidad de trabajar ya se había ido y decidí irme también, todo lo lindo del aprendizaje, de esa primera experiencia y demás, se había ido”, recuerda.
A pesar de que si se mantenía en el trabajo unas semanas más habría podido al menos entrar en el ERTE, Juan afirma que “a su vez con todo lo que pasó, hoy en día creo que si no hubiera tomado esa decisión, no sé qué hubiera pasado”.
Antes de renunciar, mientras atravesaba momentos malos en el trabajo comenzó a moverse y a buscar otras oportunidades, algo que Juan siempre recomienda hacer. Una oferta laboral interesante en el patrocinio del Godot, el torneo de tenis de Barcelona se fue posponiendo por el avance impredecible de la pandemia, hasta que la última llama de ilusión se apagó cuando lo suspendieron hasta nuevo aviso.
El encierro lo encontró compartiendo un piso con dos chicos de Alemania e Italia, y entre el finiquito y algunos ahorros, no la pasó mal. “Aproveché el lockdown para formarme en marketing de videojuegos porque veía que todo se encaminaba a lo digital. Pero tampoco dio resultado inmediato…aunque logré trabajar unos meses para coordinar toda la parte de marketing de un equipo de videojuegos”.
Pérdida de rumbo y volver a las raíces
La incertidumbre absoluta que existía por esos momentos hizo que Juan comenzara a preocuparse. “El no tener reglas de juegos claras comenzó a afectarme. Me pegó fuerte porque no sabía por dónde ir. Ya me estaba quedando sin recursos y por suerte mis padres no estaban en la mejor situación, pero me pudieron dar una mano. No me soltaron”, recuerda.
“En ese momento toqué fondo. O sea, honestamente, toqué fondo con la pandemia. Conocí lo que es la depresión”.
Se mudó siete veces en tres meses, contaba las monedas para ir al supermercado y no veía ningún futuro posible. “Me ayudó mucha gente. Gente que incluso no conocía tanto y que me dio una mano enorme. Soy súper agradecido”, cuenta con emoción.
A veces hay momentos en la vida en que algo inesperado puede ser el inicio de un cambio absoluto, eso le sucedió a Juan en una casa rural de Girona. Mientras atravesaba momentos de desconcierto y no veía futuro en su vida, Ale, un amigo, lo invitó a que fuera a Vilobí d’Onyar, un pequeño pueblo rural de Girona, donde él estaba viviendo. “Me dijo que trabajo no había pero podía cortar el pasto, limpiar la pileta, la casa y que tendría comida”, relata.
Este traslado lo ayudó a salir de la dinámica de Barcelona y en cierto punto lo conectó con sus raíces, estar en el campo, rodeado de naturaleza, como cuando era pequeño en Camilo Aldao.
Reconectar
Su amigo lo ayudó a pagar el tren, ya que no tenía ni para eso y esta experiencia Juan la define como “volver a reconectar conmigo mismo y a repensar el porqué he estado acá, a qué había venido, a mirar un poco atrás de la pandemia y aprender de eso”.
Al comenzar a trabajar en el equipo de marketing de videojuegos desde la cabaña en Girona, Juan comenzó a tener nuevamente la mente ocupada y un sueldo razonable para poder sobrevivir, pero estando allí se dio cuenta que no quería trabajar para otros, que quería tener su propio proyecto.
Mientras lo definía trabajó en Amazon, lo que le dio una estabilidad que necesitaba y gracias a la cual pudo volver a vivir en Barcelona, alquilando una habitación en el barrio de Sant Antoni.
El sentido de FLEEK.
“Todo comenzó cuando entré en un programa de la Unión Europea y Barcelona Activa para la aceleración de proyectos y me ayudó muchísimo también la fundación Acción Contra el Hambre”, recuerda y agrega: “Tenía tres meses con los gastos cubiertos y dije ‘listo, es momento’”.
Con un primer esbozo de logo y la cuenta de Instagram comenzó a construir y a pensar ideas, nombres y formas de desarrollar su proyecto. “Estando ahí en la cabaña me puse a buscar expresiones o palabras modernas que sonaran bien en diferentes idiomas. Me topé con miles, pero me encontré una expresión americana que es On Fleeck que lo decían las mujeres afroamericanas en los ’80, en los ’90 y era como decir estoy on fire, estoy con ropa nueva. Me pinté mis uñas, mis ojos, estoy on fire. Y me encantó”, detalla al recordar por qué eligió FLEEK. para su marca.
El encanto del nombre
Aún hoy recuerda el momento en que leyó Fleek en el ordenador y se le quedó grabado en la mente. “Las e la K… es una palabra increíble. Ahí me salió un poco mal lo de marketing porque lo dejé On Fleek”. Como le sucedió a Mark Zuckerberg con Facebook, Juan eliminó “on” para simplificar el nombre. “Me hacía ruido el On, pero el FLEEK. me encanta”, agrega.
Al buscar la palabra en Google Juan se encontró con que en Somalí significaba algo similar a velocidad y poder, y como quería enfocar la marca al skate y al BMX, lo tomó como una señal de que efectivamente era el nombre apropiado.
La idea de Juan al comenzar a darle forma a la marca era vincularla a los deportes de acción, a la velocidad, a lo urbano. Por ello el rayo fue el símbolo de la primera colección. Luego con la apertura que significó la postpandemia y los vínculos de FLEEK. con los festivales electrónicos, Juan decidió que el símbolo de la colección de ese año 2022 fuera el smile y finalmente, con la instauración de la tienda física en Barcelona, fue el panot, la flor de Barcelona, el símbolo de la colección 2023/2024.
Primeros pasos en el emprendimiento
El deseo de trabajar por cuenta propia como sus padres, el regreso a la naturaleza en Girona como cuando era pequeño y la idea de crear una marca de ropa como tenía su madre, hacen de Juan una persona que no olvida y tiene en cuenta sus orígenes, sus raíces.
“Elegí la indumentaria no solo porque mi madre tuvo una tienda, sino porque es algo que tiene unas barreras de entrada baja, o sea, salvo producir el producto e inversión en stock, después crear una marca de ropa es uno de los proyectos más fáciles para empezar con algo”, cuenta.
Sobre la ayuda de Barcelona Activa, Juan sostiene que “me ayudó mucho a pulir el plan, eran muy exigentes porque el premio eran 2.200 euros a fondo perdido si hacías todo el proyecto, si lo presentabas, y había algunos requisitos como ser autónomo e invertir”.
En definitiva, la iniciativa estatal de ayuda al emprendimiento lo ayudó a afinar muy bien a qué quería vincular la marca y a poder encaminar mejor el proyecto.
Caerse y levantarse
La espera a que el proyecto comenzara a caminar lo encontró sin dinero, por lo que comenzó a trabajar como encargado de una sección dentro de una tienda de Decathlon, experiencia que fue un master en el sector, ya que se trata de una de las empresas más grandes en Europa. De esta manera, inteligentemente tomó la experiencia como un aprendizaje para su propia marca.
En agosto de 2021, Juan lanzó FLEEK. para venta online a través de Instagram, pero con la idea de algún día poder abrir una tienda física. Gracias al apoyo de su círculo, Juan pudo vender el primer stock en pocos meses, lo que le dio energía para poder continuar produciendo, mientras poco a poco desarrollaba sus redes sociales e ideaba los pasos a seguir.
Dificultades, idas y vueltas.
A pesar de todo, lo que invertía lo gastaba y no podía mantener su economía, algo que hizo que se replanteara su situación, su emprendimiento y su futuro. “En ese momento se dio una oportunidad para trabajar con un amigo de mi prima, que tiene una empresa pequeña, pero que vendía productos por Amazon. Nunca tuvo tienda física, todo online, y específicamente por Amazon, vendía muchos tipos de productos, pero el best seller eran pantalones”, relata Juan.
Esta experiencia le sirvió para acomodar las ideas y continuar desarrollando FLEEK., orientándolo a un público más específico y viendo qué productos serían los que finalmente ofrecería. “Allí dije que iba a dar todo porque también iba a aprender, y era una forma de al final del día acostarme tranquilo, de que no estoy en un trabajo por cumplir horas, y no aprender nada”, cuenta.
Esa estabilidad y esa claridad para tomar decisiones otra vez, Juan afirma que fue necesaria, ya que estaba convencido de que el proyecto en algún momento iba a dar su fruto, aunque dejó a un lado su marca durante varios meses porque no veía claro para dónde ir.
A los once meses de trabajar allí, Juan pudo obtener el paro, algo que le sirvió para poder darle la pincelada final a FLEEK.
Brunch electrónico
FLEEK. crecía pasito a pasito, aunque aún era una marca en nacimiento, un proyecto comenzando a abrirse paso en una competencia bestial. Mientras tanto, los eventos presenciales comenzaban a aparecer y las ganas de socializar se hacían notar en los primeros festivales que comenzaron a llevarse a cabo tras la pandemia.
“En julio, antes de renunciar, me había ido a un Brunch con Ale, mi amigo de Girona, a ver Hernán Cataneo en el Parc de la Trinidad, no me olvido más”, comienza recordando Juan, y luego agrega: “yo ya sabía que había Stands, pero no podía dar con el contacto, yo le escribía al Brunch, y no me respondían, claramente, era una marca así chiquita, y entonces dije ‘es mi oportunidad, no solo voy a ir a disfrutar, sino también voy a dar el paso que quería dar’”.
La visión de Juan hizo que se moviera para conseguir el contacto adecuado y así poder tener un puesto en el Brunch, algo que sucedió de manera repentina. “Le había escrito a quien coordinaba los stands, pero me dijo que no había hueco, entonces me fui de vacaciones a Ibiza y estando allí, de un día para otro, me llama esta chica y me dice: ‘Juan, se me liberó un stand para este fin de semana’. Esto era un jueves, el evento era el sábado en el Forum, y dije: ‘es la oportunidad’, daba igual que ya tenía unos días más de vacaciones, perdí un vuelo, perdí un par de días de vacaciones y me volví el jueves a la noche, en el último vuelo que había”.
Frustración
Ese fue el puntapié inicial para que Juan pueda ver su marca en acción. El Brunch le dio la visibilidad que necesitaba y continuó yendo allí hasta que por motivos de organización y de prioridades con otras marcas que ofrecían más dinero, perdió su lugar.
Cuando le dijeron que no continuaría en el Brunch, Juan afirma que se le vino el mundo abajo. “Se me cayó toda la planificación, no sabía qué hacer, otra vez volvieron esos fantasmas del pasado, perdí un poco tu motivación, me puse a putear al sistema a decir ’puta madre, soy chiquito y no puedo competir contra los grandes’, y dejas de creértelo un poco y te achicas, y estuve un par de semanas ahí mal, mal, mal que no sabía qué hacer”, confiesa.
Entre perdido y enojado, Juan buscó trabajo sin éxito, algo que hoy en día agradece, ya que de haber comenzado en un puesto a tiempo completo habría dejado de lado su proyecto que tanto sudor le estaba costando. Fue en ese momento de frustración cuando decidió comenzar a planificar abrir una tienda física, apostar con todo por su idea, por su marca, por su creación.
Estudiando el Born
Juan invirtió horas y horas en caminar los barrios, sus calles, en ver el movimiento de personas, comenzó a contabilizar cuánta gente entraba a las tiendas, a ver de dónde eran, qué compraban, qué preguntaban, qué buscaban. En un estudio de mercado intenso que le sirvió para definir muchas cosas, Juan se definió por el Born, un barrio que solía evitar, ya que en Barceloneta, la cercanía con la playa hacía que bajara mucho el movimiento en invierno.
La búsqueda de un local no fue fácil. Durante tres meses visitó decenas de lugares, en cada uno de ellos intentaba transformar en su mente el local vacío por uno decorado, con percheros con camisetas y grafitis, con skates y música electrónica de fondo.
“Fue muy difícil la búsqueda, los requisitos que pedían… yo había dado de baja al autónomo porque no estaba facturando tanto y te pedían ser autónomo, te pedían fianza, te pedían comisión, te pedían muchas cosas, pero bueno, tenía muy claro que era acá en el Born”, recuerda Juan.
Investigación
Juan se tomó el trabajo de investigación muy en serio. Como una fórmula secreta de éxito basado en la probabilidad, Juan cuenta que su trabajo era “venir a la mañana, me sentaba en una calle, contaba la cantidad de gente que pasaba cada seis minutos, y con eso proyectaba la hora”, y agrega: “ya tenía mediciones, esta calle a tal hora pasa tanta gente, y así, me iba a otra calle, era un poco hasta te diría enfermizo”.
Pero Juan lo había estudiado. Todo se basa en probabilidades e intentaba ser un poco pesimista para ver si los números le cerraban. “De la cantidad de gente que pasa por la calle, un 1% te va a entrar a la tienda, y aunque luego los porcentajes cambien, de ese 1%, un 1% más te va a comprar.
Entonces bueno, pasaban 10.000 personas, iban a entrar 10 a la tienda, y uno te iba a comprar por hora. Entonces eran 10 ventas al día, un ticket promedio que yo más o menos ya tenía calculado, así iba anotando qué calles sí y qué calles no”.
El local
Por una serie de casualidades y gracias a preguntar, a hablar con los vecinos y a un contacto, Juan consiguió alquilar el local de 96 metros cuadrados que hace un año lleva el nombre de FLEEK., en Placeta D’en Marcus 8, barrio del Born, Barcelona, España.
“Varios amigos me prestaron plata y la usé para la reserva del local, para el alquiler y demás. Y otra para la reforma. Y todo lo que yo tenía de mis propios ahorros”, dice Juan mientras recuerda sus primeros pasos con la tienda. “Me arriesgué a alquilarlo. La reforma al final, como no había tanto recurso, la hice yo. Con dos o tres amigos que venían a pintar, a lijar. Y ahí surgió toda la idea de que todo es reciclado. O sea, tablas de skate usadas, paletes de transporte, la mesa me la dejaron mis primos. O sea, inversión tampoco hay tanta. Pero sí que hay mucha creatividad puesta y tiempo”.
Tras un año en la tienda, Juan confiesa que aprendió mucho sobre la marcha, pero en definitiva de eso se trata progresar. Cometer errores, caerse y levantarse, y volver a caerse para con esfuerzo y un poco de ayuda, volver a ponerse de pie y así poder disfrutar de los frutos de un trabajo intenso. Juan es el ejemplo de la lucha, de la creatividad, inteligencia y por qué no, del coraje. Es por ese motivo que conocer su historia nos hace entender por qué todos somos FLEEK.
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