Francisco Galeazzi está desde hace tres meses recorriendo varios países del continente africano intentando visibilizar las realidades de las comunidades locales y el impacto que el cambio climático tiene en su cotidianidad. Desde Kenia, detalla su trayectoria y los proyectos que lleva adelante y da cuenta de las limitaciones y dificultades, pero también la alegría y la riqueza cultural que le aporta filmar en África.
Hay gente que cree en la energía de las personas. Hay otros que afirman que tal cosa no tiene sustento científico y descartan cualquier explicación ajena a sus ideas. Lo cierto es que el foco de discusión no debería ser la creencia o el descreimiento. La energía humana se siente.
Francisco Galeazzi transmite una energía imposible de obviar, una energía alegre y sincera, un aura de colores vivos que la teoría del color definiría como naranja o amarillo, mezclada con un blanco de paz y serenidad.
Más allá de las energías y colores, Francisco Galeazzi transita hoy un camino que se podría denominar exótico, ajeno a la cultura occidental que imagina al continente africano como un todo sin matices, como si se tratara de un gran país alejado, obviando su enorme diversidad.
Érase una vez…
Francisco Galeazzi dice que descubrió tarde la fotografía. Tuvo su primera cámara a los 22 años y desde entonces siempre buscó ser fotógrafo documental. Al terminar el colegio secundario le interesaba la arquitectura y hacia esa carrera fue, aunque desde siempre tuvo inquietudes por la causa social, por ayudar al prójimo, en colaborar desde donde pudiera a aquellos que atravesaban dificultades.
“Siempre me interesó la parte de ayudar a las personas, hacer proyectos en conjunto, cómo puedes ayudar o conocer a las comunidades más vulnerables”, sostiene desde Kenia, donde se encuentra al momento de realizar esta entrevista.
Al dirigir su madre una fundación, el acceso a poder ver su funcionamiento desde dentro se dio de manera natural y cuenta que “siempre mis padres nos llevaban a la fundación. Y como que esa parte social siempre la tuve muy presente”. Luego, sobre la cuestión laboral agrega: “yo sabía que hiciera lo que hiciera tenía que tener un impacto de alguna manera positivo, o algo bueno. Pero no sabía cómo…”.
Su inicio en la universidad fue un período de búsqueda, donde pasó de arquitectura a administración y de nuevo a arquitectura, como si buscara pero no encontrara aquello que lo llene y lo motive.
Con la presión social de tener que estudiar una carrera para poder progresar en la vida, continuó buscando lo que muchos llaman “pasión” y de a poco fue metiéndose cada vez más en la fotografía documental, actividad que fue desarrollando en cada viaje que hacía, donde fotografiaba la cotidianidad del trabajo social junto a fundaciones.
Fotografía documental como herramienta de cambio
Además de colaborar, a Francisco le interesaba la parte de poder comunicar, transmitir e influir con su mensaje a que las causas que llevaba adelante se dieran a conocer y motiven a quienes la vieran. Como todo en la vida, los oficios y actividades se desarrollan. En el caso de Francisco, que su abuela fuera cineasta le ayudó a poder acceder de primera mano herramientas y secretos para contar historias
Al comenzar a estudiar comunicación y fotografía, tuvo su primera experiencia africana: un voluntariado de un mes en Mozambique. La tarea asignada era la construcción de aulas en una escuela y al tener la cámara, decidió llevarla, a pesar de que le habían dicho que muy probablemente no tuviera acceso a energía eléctrica.
“En mi grupo vivimos siempre en la comunidad y el cura que nos alojaba, pidió que nos trajeran un generador para que pudiéramos cargar las cosas ese mes”, recuerda, y agrega: “fue increíble porque pude sacar la cámara y empezar a tomar fotos”.
El proceso de rodar
La experiencia aporta cosas que luego te ayudan para no repetir errores. Francisco pudo comprobar en ese viaje a Mozambique que la fotografía documental no se trata de llegar, rodar e irse. El fotógrafo no es un ente que solo opera el botón disparador de la cámara.
El fotógrafo debe sentir el ambiente, involucrarse, llevar el trabajo como un proceso, donde primero se llega, se interactúa y luego se filma. “La gente no es como un evento donde llegas, filmas y te vas. Hay que meterse en la historia, en la cultura y demás y eso es algo que trato yo siempre de implementar y que aprendí de ese viaje”, cuenta.
Mozambique fue su primera experiencia en fotografía documental real. Allí, una vez instalado, poco a poco fue sacando la cámara y comenzó a fotografiar a la gente, a lo que estaban haciendo y luego, sin saber hacerlo, comenzó a filmar.
“A mí lo que me pareció una locura fue que nosotros no hablábamos el idioma local. Hablan portugués pero no tanto y sin entendernos estábamos haciendo algo juntos, construyendo un aula juntos de la manera en la que la construyen ellos. O sea, que ellos nos enseñaban a nosotros a construirla”, detalla.
Para Francisco se dio un intercambio cultural “muy copado” y ese viaje fue para él una bisagra para querer volver a África. “Quiero seguir haciendo esto, no sé cómo pero quiero mostrar este tipo de historias a lo largo de mi vida, me dije. Y todo ese año, que fue el segundo año de carrera de comunicación, fue editar todo lo que había grabado”, agrega.
El documental de aquel viaje lo presentó en un evento que realizó en su propia casa. Más adelante, ese mismo documental sería el inicio de un proyecto de productora audiovisual para proyectos de impacto social y documentales, al que llamó Huellas, piedra fundamental de su camino profesional al lado de la fotografía.
África siempre estuvo cerca
Su segunda incursión en el continente africano fue junto a su familia. Allí pasó un tiempo y cuando todos regresaron, él se quedó viajando solo, con la idea de llevar a cabo algunos trabajos mientras desarrollaba la idea de la productora.
“Huellas empezó a crecer bastante. Me asocié con un amigo y le empezamos a meter fuerte. Estuvimos casi dos años trabajando mucho sin cobrar demasiado”, dice. Lo que comenzó como productora pasó a ser agencia, y luego un medio de comunicación, que terminó cerrando una vez que Francisco decidió migrar a España.
Al recordar su experiencia emprendedora sostiene: “Empecé yo solo. Después se sumó un amigo, después iba saliendo un proyecto y se sumaba otra persona. En un momento fuimos diez. Después cinco, después seis. Fue cambiando mucho. Fueron años divertidos”.
Antes de llegar a África como fotógrafo documental, Francisco estuvo en Tanzania, Uganda, Sudáfrica, en Botswana, Zimbabue, Zambia, en Nigeria durante el COVID para un proyecto, y en Ghana. A pesar de haber viajado mucho por el continente, afirma que no conoce ni un 10%.
“Son muchos países y me encanta la diversidad que tiene. Es un continente que me gusta mucho, que me atrae, la cultura, la gente, los países, cada lugar que vas es distinto, te encontrás con situaciones muy reales que a veces son duras pero que siguen pasando y capaz llegás y nadie fue nunca… hay muchas historias para contar”, relata con pasión.
España para reinventarse
Su llegada a Madrid se dio con la Huellas funcionando. La idea principal era que la empresa continuase en Buenos Aires y que él llevase la parte de España. Por problemas burocráticos, de comunicación y funcionalidad, la productora terminó cerrando y esto le dio a Francisco el tiempo necesario para poder pensar en hacer algo por su cuenta.
Tras una serie de frustraciones en el mundo laboral, de promesas incumplidas y de la certeza profunda de que quería ser freelance, terminó lanzándose como trabajador por cuenta propia, algo que no le resultó fácil decidir pero que al día de hoy agradece.
“La verdad que fue una muy buena decisión porque salieron proyectos con fundaciones, con agencias, cubrí eventos y fui haciendo de todo. Luego terminé haciendo un documental y vendiéndolo a una agencia de medios, algo que nunca me había pasado”, cuenta entusiasmado.
Sea Guardians
El documental en cuestión intenta mostrar cómo los pesqueros en el mar mediterráneo están ayudando a limpiar el mar más allá de la pesca y todo lo que significa. El mar mediterráneo tiene un grave problema con el plástico. Se estima que el 18% de las poblaciones de atún y pez espada tienen restos de plásticos en sus estómagos y que todas las tortugas marinas que viven en el Mediterráneo han ingerido plásticos.
En ese sentido, el documental relata que hay plástico que solo se puede recuperar con la pesca de arrastre, algo que a su vez no va muy de la mano de la sostenibilidad. “Hay una dicotomía y quienes lo llevan a cabo cuentan su perspectiva y cómo ellos apoyan también a otros proyectos para todo lo que es la batalla contra el plástico y la basura en el mar mediterráneo”, sostiene Francisco.
Sus búsquedas personales
El inicio del trabajo por cuenta propia blindó a Francisco de una confianza y libertad que no tenía en los trabajos por cuenta ajena. Comenzó a pensar en proyectos, a contactar personas, a planificar viajes y así fue que llegó a Irak.
“Fue en el viaje a Irak cuando empecé una parte más de freelance, buscando otro tipo de proyectos, no solo trabajar para una institución de manera puntual o para una campaña o lo que sea, sino también buscando generar documentales más largos o proyectos periodísticos de investigación y ahí surgió el viaje a África nuevamente”, detalla al referirse a su llegada a África central y del este.
Actualidad en África
Su llegada nuevamente al continente africano se dio tras una charla con un amigo periodista que tenía intención de viajar allí. De este modo organizaron dónde podían ir, ya que aunque su amigo deseaba ir a Burkina Faso, no tenía contactos y además no se podía entrar.
“Entonces le dije que siempre había querido ir a la República Democrática del Congo porque la entrada de todos los males europeos fue por la RDC. Entonces dije que quería ir ahí, conocer y armar algo ahí”, cuenta.
“La RDC es un país devastado por el colonialismo y después por las dictaduras. Tiene todos los recursos pero no puede salir adelante”.
El proyecto se armó para ir recorriendo varios países. Desde un principio la pauta fue no ir a viajar solamente, sino también conocer realmente en profundidad lo que se pudiera y contar historias que tuvieran que ver con otra mirada de África.
“No vinimos a mostrar los animales, la parte turística, que igualmente también se puede mostrar. Nuestra intención es mostrar la África que nadie cuenta, este continente enigmático. Quitar la mirada que se tiene de que está organizado por la guerra, los conflictos, la muerte, de que es peligroso, de que no se puede viajar, de que no vaya solo, de que cuidado con esto, cuidado con la vacuna, que el bicho, el no sé qué. Hay un montón de cosas son verdad, pero no es eso su esencia”, describe Francisco.
“Estoy viajando con mi compañera y estuvimos en el Congo, que hay una guerra, pero hay un montón de arte, hay un montón de creatividad, hay un montón de todo, de deporte, de gente, de historias que te vuelan la cabeza”, agrega.
En África conviven culturas marcadas por el colonialismo europeo. Deudas eternas con las potencias, nuevas formas de colonialismo en la compra de recursos naturales a precios muy por debajo del internacional. Injerencia de China y Rusia, sobre todo, en la construcción de caminos, rutas y ferrocarriles a cambio de la exclusividad en la extracción de recursos, que deja a las débiles economías locales sin opción frente a las grandes empresas internacionales. Se trata de una forma de dominio cruel.
“Un ejemplo claro lo veo mucho en las mujeres. Que quieren ser occidentales y se cambian el pelo y hay algunas que también quieren desteñirse la piel. Es como que esa parte de lo africano o lo negro lo ven como algo malo”, cuenta.
Dificultades y riquezas de la experiencia
Su llegada al Congo se dio en medio de mucha expectativa e incertidumbre. Para Francisco “En Kinshasa (capital de Congo) fue difícil el tema de la energía. Teníamos luz dos, tres veces al día y en esas dos, tres horas teníamos que cargar las cámaras o la computadora, porque tenías que descargar los archivos y necesitas batería”.
Una gran dificultad que encontró en el Congo fue tener que estar todo el tiempo acompañado, no pudieron filmar en la calle y no podían salir solos, lo que le impidió en definitiva hacer lo que habían ido a buscar: mostrar la situación de las personas en la calle de Kinshasa.
“La RDC fue el país más hostil. Es muy corrupto, no quieren mostrar lo que pasa porque hay mucha corrupción y hay muchos agentes metidos. Desde Estados Unidos, China, todos robándose todo”.
Por el boca en boca y el trabajo local, con guías que apoyan en que todo resulte más fácil, Francisco trabajó para varios proyectos sobre cómo el deporte brinda paz y unifica, o sobre cómo afecta el cambio climático a las comunidades locales.
Cambio climático
Uno de los grandes problemas que está afectando a África en la actualidad es la deforestación. Verlo con ojos de occidente resulta fácil. Pensar que en África la gente no tiene conciencia es limitar mucho el problema real que existe detrás. “Son otras las necesidades, si no podés comer, o si tenés que prender fuego para comer, yo también talaría un árbol, o no sé, a mí no me importaría tanto”, reflexiona Francisco.
Deforestación, contaminación del agua, inundaciones, enfermedades. Acceso al agua potable, educación en la agricultura, neocolonialismo. África sufre situaciones y problemas que reclaman cambios profundos.
Pero no todo es negativo en este mundo y el continente africano no es la excepción. Francisco pudo comprobarlo de primera mano y conoció personas y proyectos que encienden una llama de ilusión. Un padre y su hija que a través de la apicultura aportan al cuidado del planeta, o una comunidad que lleva adelante acciones concretas para salvar los corales, imprescindibles para la vida de muchísimas especies marinas y hoy en riesgo principalmente por el aumento de la temperatura del agua, la acidificación de los océanos y la sobrepesca.
Francisco Galeazzii transita un mundo que es tan ajeno a sus raíces como apasionante. Su ruta continuará por otros países africanos en busca de la cotidianidad del gran continente, guardando en su cámara y en su memoria situaciones que inspiren y lo llenen de la riqueza que aporta la diversidad. Haciendo camino al andar, busca un horizonte de experiencias donde poder seguir desarrollando lo que tanto disfruta: contar historias.
También te puede interesar: FACzine, una ventana a la fotografía chilena en Barcelona